Sanitaria, en primera persona
El jueves 22 de septiembre de 2022 amaneció tranquilo; hice un curso online sobre terapias complementarias que me despertaba interés. Después, fui a cubrir mi guardia, en el Servicio de Atención Rural (SAR) de Robledo de Chavela, en el cual trabajo desde hace 11 años como médica estatutaria fija.
Esa tarde, me llegó un mensaje de Whatsapp inquietante; era un comunicado de las Organizaciones Sindicales (OOSS) que componen la Mesa Sectorial. Entre paciente y paciente lo leí, sin querer enterarme muy bien de su significado, la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid, se planteaba reabrir los Servicios Urbanos de Atención Primaria (SUAP), cerrados sin motivo justificable durante la pandemia, y lo haría con el personal de los SAR, más algún personal del SUMMA 112. Sin nuevas contrataciones, redistribuyendo los efectivos -seres humanos- de los 40 SAR y repartiéndonos entre los 80 Puestos de Atención Continuada (PAC). Además, con estos cambios perdíamos los códigos Cías, que son los que nos vinculan a un puesto de trabajo concreto, y pasando a tener un trabajo genérico, el cual facilita movernos de un PAC a otro según las necesidades del servicio, como ya está ocurriendo.
Con esta implementación se aumentaría así nuestra jornada anual de 1536 horas, a 1642,5 horas. Poco a poco, la incredulidad y el asombro dejaron paso a la alarma, la ansiedad, la angustia, las dificultades para dormir, alteraciones digestivas, contracturas musculares, dolor. Cuando el alma duele, el cuerpo habla, se queja, grita. Traduce en síntomas el dolor que no encuentra vía.
A partir de allí, se sucedieron reuniones con OOSS, asociaciones y plataformas vecinales, concentraciones frente a la Consejería de Sanidad, y una gran manifestación en defensa de la Sanidad Pública el 22 de octubre. Asombrosamente, tras la misma, las OOSS firmaron un preacuerdo con mínimas modificaciones al proyecto original, ofertando sábados y festivos, a voluntarios de Atención Primaria. Librando la asistencia a la población en dichos días, a la voluntariedad. El plan se pondría en marcha, el 27 de octubre, siendo la fecha que había marcado la presidenta de la Comunidad de Madrid.
Así, la madrugada del 27 de octubre recibimos a través del correo institucional, una notificación de cambio de adscripción y planilla, a otro centro de urgencias, en cualquier punto de la Comunidad. En algunos casos, una sola médica o enfermera, debería cubrir un puesto en el cual previamente eran necesarios 2 o incluso tres, debido a la demanda asistencial en dicho centro. Añadiendo una probable modificación de los horarios de las consultas en Atención Primaria, por falta de espacio físico.
La posibilidad de la conciliación familiar saltó por los aires. Esto llevó a muchas compañeras y algún compañero a renunciar a su puesto de trabajo. Nuestros síntomas físicos y emocionales iban en aumento. Se sucedieron
peticiones de certificados de servicios prestados para emigrar a otras comunidades autónomas o incluso países, así como. consultas al Programa de Atención Integral al Profesional Sanitario Enfermo (PAIPSE), por ansiedad o agravamiento de enfermedades crónicas.
Llevamos semanas atravesando negociaciones fallidas y traicioneras con los sindicatos, que aceptaron un preacuerdo vergonzoso, y que tan pronto se firmó, fue incumplido por parte de la Administración, cuya voluntad negociadora ha sido nula en todo momento.
Llevamos casi dos meses bajo esta violencia y sin atisbos de solución. Han abierto PAC´s sin médicas/os, o sin enfermeras/os, o con dos enfermeras/os pero sin médica/o, o sin celador/a, o sólo con éste. En algunos casos, sin aparato de EKG o sin desfibrilador, incluso en locales sometidos al abandono durante años, sin molestarse en limpiarlos. Desplazan al personal de un sitio a otro sin ton ni son, empezando una guardia en algún centro sin saber en cuál otro la terminarán, peregrinando hacia centros cuyas dotaciones y personal desconoce. Y, últimamente, pretendiendo implantar video-consultas en PAC´s con sólo personal de enfermería.
Algunas Direcciones Asistenciales (DA) han llegado a prohibir que se ponga un cartel en la puerta avisando que no hay médica/o, o incluso que el personal haya sido desplazado a otra localidad. Otras DA han dimitido.
Las OOSS han roto el preacuerdo, sobrepasadas por la situación.
Llevamos dos huelgas, una los fines de semana para todos los estamentos, y otra continua, convocada por el sindicato médico Amyts. En ambas, pero sobre todo los fines de semana, se demuestran violaciones en el derecho a huelga, notificando servicios mínimos abusivos, contratando personal bajo coacción sin comunicarles que estarán de mínimos, o sobrecargando de horas a compañeras exhaustas.
Se nos ha demonizado por no cubrir turnos imposibles de asumir, tachándonos de vagos en los medios de comunicación. Acusándonos de boicot por las bajas médicas que, son muchas y con razón, se han producido en las últimas semanas. Sin tener en cuenta que somos personas que cuidamos personas. Y esta agresión, desatada desde el gobierno de Madrid, está causando reacciones emocionales nunca vistas en mis años de ejercicio, no sólo en la población, sino sobre todo entre nosotras. Como mujeres, sabemos que estamos doblemente expuestas a ser agredidas; esto ya de por sí, pesa en nuestra conciencia. Y también que el agresor siempre buscará culpabilizarnos. Me siento agredida, y expuesta; como mujer, y además, como médica. Sin olvidar que, en días pasados, ya se han producido descalificaciones personales, ataques verbales y físicos, a enfermeras y médicas.
Tiempo atrás, se recolectaban esclavos en las selvas, en campos de concentración. Actualmente, se hace a través de SMS, mensajes de Whatsapp, correos o llamadas a deshora. Trabajadoras forzosas desplazadas por sus medios o en Uber, de un centro a otro. La humanidad reducida a objeto de intercambio, sin derecho a descanso ni a vida personal. Sometidas a la desvalorización de nuestro trabajo, y de nuestras vidas. Además de la salud de las personas a las que llevamos cuidando desde hace años.
Intentar que esto no afecte mi claridad mental o emocional a la hora de valorar un paciente fue un esfuerzo añadido, ya que trabajamos con cuerpos y con las emociones que los embargan. Así pues, cuando sentí que no me era posible seguir cuidando como debiera, entré en pánico, pidiendo ayuda a mi médico y dándome de baja temporalmente.
Llevo décadas en la medicina pública, en la creencia que la población merece una atención de calidad, independientemente de sus posibilidades económicas. Y que la salud es un bien cuya ganancia no se mide monetariamente. Me he formado en todo aquello que pudiera contribuir a darme mejores posibilidades de ayudar a mis pacientes, no sólo en lo estrictamente médico, puesto que las personas somos mucho más que lo estrictamente físico. Todo ello me dio herramientas inestimables en mi profesión.
Yo siento todo este proceso, además, como una agresión patriarcal, la violenta manera de imponer un sistema de trabajo, a toda prisa, con un claro objetivo electoralista, a sabiendas de que muchas de las nuevas medidas ya están siendo recurridas judicialmente, aunque se resolverán mucho después del resultado de las elecciones.
Por eso nos afecta tanto. Ataca directamente a nuestra vida relacional, con nosotras mismas, -llevamos semanas sin tiempo ni espacio emocional para nada más que esta demencial travesía-, y familiar, con falta de tiempo vital compartido con nuestros seres queridos, -quienes también están sufriendo las consecuencias de este caos-, nuestros equipos de trabajo, que fueron espacios de soporte mutuo y relación. Era esto, tan frágil y tan vital, lo que hacía que nuestro trabajo funcionase adecuadamente.
Me gustaría encontrar un atisbo de cordura en toda esta debacle. Lo cual no es posible desde nuestra lógica enfocada al cuidado de lo humano. Sólo se puede comprender desde otra lógica, despiadada, que considera al otro, a la otra, como no-personas, elementos prescindibles, sacrificables. Comprender esto, para mí ha sido clave, pues le otorga un sentido al sin-sentido que me permite volver hacia lo humano.
No sabemos qué sucederá; pero presiento, que lo que ocurra en Madrid, determinará lo que suceda más pronto que tarde en el resto del país.
Ante estos ataques, son las organizaciones informales, asociaciones y plataformas de vecinos, ayuntamientos, la manifestación del domingo 13 de noviembre, deliberadamente ignorada por la Comunidad de Madrid, las que nos sostienen en este pulso agotador con la Consejería de Sanidad. Dejar de sentirnos en peligro, ¡cuán indefensas estaban nuestras pequeñas vidas! Estamos en pleno estrés traumático.
Como integrante de la Plataforma SAR, con enorme esfuerzo personal y apenas medios, recogemos las incidencias cada tarde, comprobándolas una y otra vez; tratando de acompañar a quienes las padecen cada día. Para mí se ha convertido en un espacio terapéutico y de trabajo en equipo. La confianza entre compañeras, el cuidado de unas hacia otras, la colaboración desinteresada, me devuelven a un mundo en el que aún merece la pena vivir. Gracias a ellas.
Cuando puedo, leo Las voces de Chernóbil, de Svetlana Alexiévich. Como me dijo una amiga, “estás viviendo tu propio Chernóbil”. En mi añoranza de una vida normal, encuentro consuelo en las palabras de esas mujeres y hombres, enfermos de dolor. Salvando las distancias, evidentemente. En un día tranquilo, de pronto, tu mundo estalla en mil pedazos.