“XARXA DE DONES PER LA SALUT” – 25 años haciendo red por la salud de las mujeres

Cuando en 1997, un grupito de mujeres de distintas asociaciones de salud, pero todas ellas socias a su vez de Ca la Dona (la casa de las mujeres de Barcelona), en un arrebato de inspiración acordaron organizar la celebración del Día de Acción por la Salud de las Mujeres -emulando a las activistas de la RSMLAC (Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe) que lo habían instaurado diez años antes y fijado en el 28 de Mayo-, no sabían que estaban poniendo en marcha lo que enseguida se convertiría en la Xarxa de Dones per la Salut. No sabían que, cuando en la lluvia de ideas que surgió durante la reunión para organizar el acto, alguien dijo que sería guay contactar con los grupos que estuvieran trabajando en temas de salud y mujeres en ese momento en Catalunya, y se pusieron a hacer un listado de los que se les iban ocurriendo, estaban creando unos lazos que durarían, de momento, veinticinco años. 

Se puede decir que, en los años noventa, el tema de la salud de las mujeres no estaba muy presente en la agenda del feminismo. Habían quedado atrás los tiempos del self health, de reivindicar el autoconocimiento y reprochar a los ginecólogos la usurpación de la soberanía sobre nuestros aparatos reproductivos, incluso habían perdido fuelle las demandas de aborto libre y gratuito, amortiguadas por el éxito relativo de la ley de los tres supuestos que, en la práctica, estaba permitiendo abortar a las mujeres, aunque fuera una situación que podía volverse en contra en cualquier momento (como de hecho ocurrió pocos años más tarde). Por eso, las mujeres que se propusieron organizar el primer 28 de Mayo que se celebraría en España, no sólo querían llamar la atención de todo el mundo (mujeres, profesionales, autoridades sanitarias,…) sobre la salud diferencial de las mujeres, sobre la invisibilidad de muchos de los factores que las enfermaban (y enferman), relacionados con sus condiciones de vida y trabajo, con los mandatos sociales de género, y sobre el sesgo androcéntrico de la investigación, la práctica y la enseñanza de la medicina, también, muy especialmente, querían llamar la atención de las feministas para volver a hacer de la lucha por salud de las mujeres una lucha política y colectiva; querían poner sobre la mesa que la salud no es un asunto neutro, que la ciencia, a pesar de su pretendida objetividad, está cargada de ideología y que la mirada crítica del feminismo debía tener algo que decir también en ese asunto. 

La lista de los grupos convocados a ese primer “28 de Maig” resultó,  en cuanto a las características de cada uno, tan heterogénea como los diversos temas de los que se ocupaban (derechos sexuales y reproductivos, cáncer de mama, salud laboral, morbilidad diferencial, violencia de género, lactancia materna, embarazo y parto, sida, prostitución, mutilación genital, …). Había grupos de ayuda mutua, secciones de sindicatos, grupos de atención directa, grupos de activistas, asociaciones profesionales, grupos de investigación y docencia… Algunos grupos se declaraban feministas, otros simplemente a favor de la salud de las mujeres en su tema específico; algunos estaban insertos en organizaciones mixtas más amplias, otros eran la filial catalana de organizaciones estatales; unos tenían vocación de actuar al menos en toda Catalunya, otros se conformaban con trabajar en su pequeño territorio… Pero todos tenían algo en común: la impresión de estar clamando en el desierto y, también, que sobrevivían a fuerza de pocos recursos y mucho esfuerzo personal.

Mi compañera Carme Catalan decía hace unos días, en un artículo publicado en el Diari de la Sanitat con motivo de este aniversario, que la dificultad con que seguimos encontrándonos para impulsar el respeto a los derechos sexuales y reproductivos, por ejemplo, o para conseguir que la violencia contra las mujeres se considere un  problema de salud pública, nos muestra que aún estamos muy lejos de conseguir nuestros objetivos. Y añade: “¿Dónde estamos ahora después de tanto trabajo hecho?  Hay pequeños avances, sí, pero en el camino nos hemos dejado muchas energías, muchos grupos de mujeres apenas pueden sobrevivir y algunos han desfallecido. Somos imprescindibles para el control de las instituciones públicas pero, sin una decisión política por fortalecer las asociaciones de mujeres, todas las normas y leyes difícilmente tendrán impacto.”

Pues eso: que hay que seguir picando piedra.


Margarita López Carrillo

Activista feminista de salud