Niños que violan a niñas, actuando en grupo

Mayo de 2022: Dos niñas de 12 años violadas en Burjasot (Valencia). Una de ellas por varios violadores.

Pocos días después se practican cinco detenciones. Uno de ellos supuestamente violó a una niña. Los otros cuatro supuestamente a la otra, en grupo .Todos menores de 16 años. 

La fiscalía califica los hechos de extrema gravedad y solicita el internamiento de los presuntos violadores. Habla de la extrema vulnerabilidad de las víctimas. 

La juez, reconoce “indicios razonables de comisión de delito” y también “factores de riesgo”, y dice que “su estilo educativo familiar es laxo  permisivo” y nos alerta de la “baja interiorización de las normas”. Los deja en libertad.

Los presuntos violadores salen del juzgado y allí encuentran un grupo de gente, familiares, que los aplaude y vitorea.

La secuencia de estos hechos estremece. 

En el peor de los casos, que todo sea tal cuál, estamos ante el horror. Toda violación lo es, pero pensar en niñas de 12 años violadas en grupo por menores dos o tres años mayores que ellas es un escenario de pavor. Las violaciones en grupo añaden un factor que califica al grupo masculino de “manada”, aludiendo a su animalidad. Pero no es así, es un grupo de humanos, como nosotras, actuando, observándose mutuamente durante las violaciones y muy a menudo, distribuyéndolo en redes sociales. No es solo sexo. Es una agresión. Un intento de sentir el poder. O mejor dicho de no sentir su impotencia.

Y aquí, además, son adolescentes y en la adolescencia la identidad va dando bandazos. Los expertos dicen que se disuelven en el grupo, siguiendo habitualmente a un líder y proyectando sus miedos en la figura de la mujer, su víctima, más víctima aún por su condición de niña.

Los medios, informan de esta noticia. Casi todos reproducen un texto similar. Informativo. Una noticia más. Objetiva. En algunos se intenta buscar la causa: más información/educación sexual, menos visionados de pornografía…

Está la pornografía sí, con contenidos en los que se ven esas prácticas grupales violentas, en concreto violaciones y que tienen ya un nombre:”las violaciones “gang bang”.  

Está también el auge del feminismo entre las adolescentes que cuestionan los ámbitos del supuesto poder del patriarcado, están los partidos políticos fascistas que niegan la violencia machista y por tanto alientan a recuperar el supuesto “dominio perdido” del macho supuestamente dominante. Están el sadismo y la violencia

Pero, sobre todo, están las niñas violadas. 

Después de vivir esta atrocidad, si hay denuncia, tendrán que esperar un tiempo al juicio, lo que les va a obligar a mantener la tensión y con el juicio, de nuevo su exposición pública, soportando, habitualmente, la idea de que ellas son las culpables. Tendrán que sufrir la repetición del infierno de los hechos, respondiendo a esas preguntas asquerosas de “si opusieron resistencia”, de “cómo iban vestidas” o “si estaban bebidas” y en definitiva verse sometidas a esa doble moral social que las quiere sumisas, decentes, complacientes y bellas, aunque en las violaciones deben ser agresivas y defenderse violentamente. 

Primero fueron agredidas físicamente. En el juicio lo serán verbalmente, en el mejor de los casos por los abogados de las defensas y las declaraciones de los violadores que se van a apoyar mutuamente.

Ninguno de estos medios que publican la noticia utiliza los calificativos que debiera tener esta información, y que sí se utiliza en otras noticias: horror, espanto, atrocidad, crueldad, brutalidad, salvajada, monstruosidad…

La revista MYS lleva editándose desde el año 1996, veintiséis años hablando sobre la salud de las mujeres. No hay salud para las mujeres asesinadas por la violencia machista. ¿Qué salud existirá para las niñas sometidas a una situación así? La sexualidad humana ya es suficientemente compleja para que una niña tenga que cargar con este horror. Su vida va a cambiar para siempre, aunque lo pueda superar

Hace unos seis años de la brutal violación del grupo de 5 hombres jóvenes autodenominados “la Manada” a una joven mujer de 18 años. Una violación programada y premeditada. 

Todo ha ido a peor. Según los datos de la Fiscalía de Menores en la memoria anual de 2021, en el año 2020 las agresiones sexuales cometidas por menores de 18 años fueron 544. 

El acto de la violación es un acto agresivo, que responde a unos roles y una ideología social que lo mantiene impune y, en este sentido, lo fomenta.

Decimos que hay que insistir en una educación sexual a todos los niveles, pero creemos que en un primer y muy relevante lugar, en los medios de comunicación social.

Hablo de un caso actual y próximo a la publicación de la revista, esperando que entre el tiempo de escribir este editorial y su publicación no se produzcan más casos, pero sucede en muchas partes del mundo. En demasiadas.

Olga Fernández Quiroga

Psicóloga especialista en psicología clínica
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