El club de las viejas tremendas

A formar parte de este club nos invita Anna Freixas, con un libro, cuyo título “Yo Vieja”, está arrasando con sus ventas, en toda España, sobre un tema que muy pocas y pocos se han atrevido a escribir con humor, sororidad, atrevimiento, y provocación. Como ella dice: “Buscar sinónimos de envejecer es una experiencia traumática: todas las acepciones son peyorativas, a cuál peor. Ninguna incluye la idea de la normalidad de un estadio del ciclo vital.” 

Sí, no hay sinónimos para esta etapa, porque se trata de esconder los nombres y los condicionantes que puedan definir la vejez, con claridad y sin tapujos y que puedan evitar la condescendencia y el proteccionismo insano con que la sociedad trata a las personas que cree mayores.

Anna Freixas, impulsa la definición de una nueva vejez, hecha por las que fuimos pioneras en la lucha por la democracia, en la definición del feminismo, y en la implicación de los derechos de las mujeres en la defensa de nuestros cuerpos y nuestras vidas, libres de las normas patriarcales. Se ha de tener en cuenta todo lo que hemos sido, para vivir esta nueva etapa vital. Para Anna Freixas, “somos profundamente humanas y a estas alturas de la vida poseemos los aditamentos que se requieren para ser auténticamente seres humanos, como la creatividad, la sabiduría, el valor, la generosidad, la dignidad personal y el ser profundamente capaces de lealtad”. 

No es de extrañar que Manuela Carmena nos relate, en el prólogo del libro, que se lo leyó de tirón. A mí me ha pasado lo mismo, pero se va a quedar al lado de mi cama para releer en las horas bajas. Manuela nos anima:” En primera persona te digo, y os digo a todas aquellas que nos leáis, que la vejez puede ser una etapa maravillosa, libre, sin atadura, sin jefes, con capacidad para organizarnos a nosotras mismas, para absorber nuestra mochila llena, para contar, para profundizar, para crear.”

Cómo va desgranando, en cada capítulo del libro, con un toque de humor que nunca viene mal, que las viejas somos el futuro. Viejas confortables y glamurosas; Viejas saludables y más o menos en forma; Viejas sin reglas; Viejas al timón de la propia vida y del lugar donde vivir; Viejas vinculadas, cuidadoras y cuidadas; Viejas transmisoras y ligeras; Viejas ciudadanas, activistas y culturetas; Vejas zen; Viejas tremendas; Viejas hartas, hartas de verdad.  

Desea que podamos construir una nueva vejez en la que vivamos con Justicia, Dignidad y Libertad. Frente a los dos modelos dicotómicos de mujeres en la edad mayor, la viejecita pasiva y dependiente y la vieja llena de vigor y de apariencia juvenil (con el sufrimiento y gasto consiguientes), Anna nos dice:” Frente a este pensamiento dual sin salida, lo que sí parece claro es que a estas alturas existen muchos modelos de vejez femenina y que ahora disponemos de un buen puñado de cualidades que hemos ido adquiriendo a lo largo de los años, algunas de las cuales nos puedan hacer la vida en relación algo más fácil. Entre otras, destaco la gratitud, la generosidad, la honestidad, el coraje, la capacidad de sobreponernos a los desastres que la vida nos ofrece, la capacidad de perdonar, de mostrar afecto hacia los demás, y, por supuesto, también la ira, la sabia y necesaria rabia, que he trasladado conscientemente a la columna de las virtudes, porque suponen una invitación a no aceptar pasivamente condiciones, situaciones y tratos injustos.”

Facilita, en cada capítulo, apuntes de supervivencia para seres libres. Criamos a nuestras hijas e hijos como seres libres, por ello hemos de exigir también un respeto para nuestra libertad de decisión, y de acción. Se acumulan al final de cada capítulo un buen listado de sugerencias, insinuaciones, argucias, inspiraciones, iniciativas, tretas, atrevimientos, trucos, componendas y mañas para que veamos los miles de campos en los que nos podemos mover y prosperar. No hay desperdicio. Como también es de obligada lectura lo que ha supuesto el coronavirus con la desmesurada cantidad de ancianas y ancianos que han muerto en las residencias. “Una experiencia que ha puesto de manifiesto el enorme problema que nuestra sociedad tiene con el negocio que se lleva a cabo con el tramo final de la vida de las personas. Una vergüenza insoportable que soportamos como si nada.”El libro acaba con una declaración de 24 deseos y propuestas, que pueden ser un buen manifiesto de intenciones de las veteranas de hoy y que suscribo totalmente y con un estimable capítulo final de pasiones lectoras a compartir. Su punto final, “Bienvenidas al club de las viejas tremendas” nos lanza un reto de sororidad, que no nos puede dejar indiferentes.