OBITUARIO NAWAL Al SAADAWI
Nawal Al Saadawi nació en 1932 y murió con 89 este año 2021. Una larga vida que ella aprovechó hasta el milímetro. Nawal significa “regalo”, y conocerla fue uno de los regalos que me ha hecho la vida. Fue hace años, en Palma, y antes de su conferencia pública, hubo un encuentro con feministas en el IBD (Institut Balear de la Dona) que fue puro goce –la foto es de ese momento–. Nawal era ya mayor, su pelo era blanco inmaculado, pero seguía, a sus 80 años, llena de vida; se reía con la cara, pero, sobre todo, con los ojos más expresivos que he visto nunca. Pensé que tenía en frente a una especie de duende, aunque tal vez fuera solo una niña traviesa la que habitaba en el cuerpo de esa anciana.
Pero al entrar a la conferencia, me quedé pasmada. En la mesa estaban ella y el que presentó como su marido. Pensé “vaya, es de las mujeres que no pueden ir ni a la esquina sin su pareja” pero me tragué mis prejuicios porque lo primero que hizo fue explicar por qué estaba él allí. Y es que, en 2001, los fundamentalistas de su país la acusaron de apostasía, por decir que la peregrinación anual a la Meca le parecía un “vestigio del paganismo”. Fue una excusa, la verdad es que le tenían muchas ganas desde hacía años. Le lanzaron una Fatua, que incluía que su marido la repudiara. Sherif Hetata no lo hizo, por supuesto, así que Nawal cada vez que podía, dejaba bien patente y muy visible que no era una mujer repudiada; cada vez que su marido se sentaba a su lado en un estrado, estaban haciendo un acto de rebeldía. Entré en su página web en cuanto llegué a casa. Lo primero que vi es una frase enmarcada:” Dedicada a las mujeres y hombres que eligieron pagar el precio por ser libres en vez de seguir pagando el precio de la esclavitud”. Ella pagó gustosamente ese precio, y fue elevado.
No penséis que hasta el 2001 tuvo una vida fácil, para nada.
Nawal era psiquiatra de formación (se graduó en medicina en 1955), escritora de profesión y feminista por convicción; Sobre todo escribió sobre las mujeres musulmanas, principalmente sobre “el concepto del honor como forma de represión de la mujer, que es lo que justifica prácticas como la ablación y la rigurosidad con que se sanciona el adulterio de las mujeres y la permisividad hacia el de los hombres”. No escribe “de oídas”, porque lo sufrió en sus propias carnes, fue víctima de la mutilación genital femenina a los 6 años.
Ahora hay bastantes musulmanas feministas, pero ella fue la primera mundialmente famosa, la que allanó el camino a las demás. Nunca, como otras muchas musulmanas, pierde de vista que ninguna tesis será aceptada en sus sociedades si no tiene en cuenta el Islam, por eso siempre presenta referencias al Corán. Esto fue lo que nos dijo.
No ha parado de escribir: “La cara desnuda de la mujer árabe”, “Memorias de la cárcel de mujeres”, y uno que me hizo ser abolicionista “Mujer en punto cero”. Todos ellos con una radicalidad sorprendente y que cayeron en su país como bombas. La echaron de su puesto de Directora de Sanidad Pública tras la publicación de “Mujer y Sexo”, también la echaron del Colegio de Médicos de Egipto, a pesar de su reconocimiento internacional pues fue consejera de las Naciones Unidas para el Programa sobre la Mujer en África y Oriente Medio. En 1981, la metieron presa junto con otros intelectuales. Allí escribió su novela más destacada “La caída del Imán”, en la que denunciaba como los hombres utilizan la religión, la política y la moral para controlar a las mujeres. Hoy en día sigue prohibida en Egipto, creo. Tras ser puesta en libertad fundó la Asociación Solidaria de Mujeres Árabes organización internacional consagrada a “quitar el velo de las mentes”. En los 90 tuvo que exiliarse por las amenazas de muerte continuas y vivió en Estados Unidos donde impartió clases en universidades sobre “Creatividad y Rebeldía”. Regresó a Egipto en 2011 con la revolución ciudadana que derrocó a Mubarak y participó en las protestas de la plaza Tahrir, como una más.
En una entrevista, a la pregunta sobre cómo había salido tan rebelde, dijo: “tuve una abuela revolucionaria, campesina y pobre que estuvo muy contenta de que se le muriera el marido”. La abuela le había dicho “Dios no es un libro. Dios es justicia, libertad y amor. Todo texto sagrado es una cárcel”.
Se supone que estas líneas sirven de Obituario, pero Nawal vivirá mientras la recordemos, con su sonrisa pícara y sus ojos vivaces. Ha sido un regalo para las mujeres de todo el mundo.
Nawal vive.
