EL ASESINATO DE SAMUEL

Hay una ley que castiga el crimen. Otra ley, le añade un agravante si además se trata de un crimen homófobo. Los delitos de odio castigan las discriminaciones, sea por género, por raza, por religión, por extranjería, por pobreza. Se mata al diferente. A la hora de escribir este texto, no sé qué calificación jurídica tendrá el asesinato de Samuel, el chico asesinado en Coruña, en un espacio público, con gente alrededor. Aunque Samuel ya no podrá seguir con su vida, nosotras sí podemos seguir diciendo a sus asesinos que su odio acaba en ellos. Identidades precarias que necesitan la identidad de grupo para sustentarse, como en este caso, en dónde el chico que inició los golpes contra Samuel, fue en busca de sus congéneres y juntos, en masa, remataron el crimen.

Odiar no es delito. Tampoco desear matar a alguien. Llevarlo al acto sí. Podemos matar y matamos. La violencia humana es estructural, por eso las sociedades nos dotamos de leyes contra ello. Afortunadamente la conciencia colectiva social ha cambiado y excepto algunos partidos neofascistas que lo impulsan, rechaza este odio y estos crímenes de manera contundente.

Cuando a Samuel le estaban pegando, otro chico diferente, un senegalés, negro, intentó ayudar. Homosexuales, bisexuales, lesbianas, negros… sufren el odio del diferente de parte de un prototipo de hombre blanco, hetero y machista. Aquí ya son minoría.

Olga Fernández Quiroga

Psicóloga especialista en psicología clínica
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