La experiencia de construcción de la masculinidad

Antes de comenzar

Los argumentos e ideas que se exponen a continuación están basadas en la experiencia y la lectura que me ha brindado la deconstrucción de la masculinidad. Por lo tanto, la lógica que intentaré desarrollar en este texto es completamente rebatible, se encuentra constantemente sujeta al cambio y no es, ni mucho menos, una concepción definitiva del proceso que me dispongo a analizar. De hecho, me gustaría animar a todas aquellas personas que lean este escrito a analizarlo y replantearlo con el propósito de añadir cualquier mejora, en tanto que, como intentaré explicar a continuación, este es un proceso que debe construirse colectivamente.
En el momento de escribir estas palabras, más o menos, se cumplirán dos años desde que descubrí el proceso de la deconstrucción de la masculinidad. Me pareció lejano, desconocido y rompedor. Rompedor, sobre todo, porque habiendo crecido en lo que considero un hogar con consciencia feminista jamás había escuchado algo parecido a lo que se me estaba presentando. De todas formas, el trabajo personal al cual me sometí más tarde aun destruyó más mis esquemas y mi concepción del mundo. Desde un entorno asambleario que crecía en un contexto universitario una de las primeras cosas que se me plantearon fue que no existe tal personaje como el hombre deconstruido. Esto significaba que este camino que había empezado a recorrer no tenía fin.

“First you need to know that you can never stop sincerely investigating yourself and questioning how your behavior affects others… the case is never closed.” (Cockles, 2002: 51).

La primera sensación era clara: desconsuelo. Pero al plantearlo y analizarlo con mis compañeros y compañeras del grupo de deconstrucción la perspectiva era otra. Pudimos averiguar que la deconstrucción de la masculinidad era un proceso sin fin, ya que aquello que motoriza y materializa la masculinidad en nuestra sociedad es una característica intrínseca y fundamental para el correcto funcionamiento del sistema
capitalista: el patriarcado. Cabe señalar que los grupos de deconstrucción que conozco, y en el que empecé el trabajo, son entornos constituidos también por personas transgénero y no binarias, factor que ofrecía una variedad mayor de puntos de vista y experiencias. En esta imposibilidad se apoyan los dos pilares que sostienen la metodología de los grupos de deconstrucción: la imposibilidad de enfrentarse al gigante patriarcado de manera individual y cómo posicionarse frente a él en un contexto de lucha feminista.

Un espacio seguro

Por una parte, es imprescindible llevar a cabo este trabajo en colectividad para comparar ideas y contrastar información. Pero no solo por esa razón. Se trata de la creación de un espacio seguro donde aquellas personas comúnmente socializadas como hombres puedan expresarse fuera de los roles y dinámicas tradicionales tan arraigadas en la masculinidad; aspectos, sea dicho, que tienen que ser expuestos y trabajados desde un primer momento. (Halloway: 2007) La vulnerabilidad, por ejemplo. Parece ser que la figura del hombre está perfectamente perfilada por el lápiz de la invulnerabilidad. Todo aquello que dibuje una alternativa al hombre fuerte, viril, frío, desconfiado, solitario y capaz de reprimir las emociones y hacerlas explotar en forma de rabia en un momento dado, será automáticamente tachado,
ridiculizado y etiquetado de débil, afeminado o incluso marica. Se trata de encontrar estos límites y romper el lápiz de la norma, para poder borrar el discurso ancestral y lapidario que rige nuestras vidas. (Hernann, 2007: 59) Hay muchos más ejemplos como éste, y algunos están tan camuflados bajo la forma de las costumbres o comportamientos tradicionales que son difíciles de identificar, y pueden manifestarse en diferentes grados.

Esto mismo ocurre con el cuerpo, cómo lo utilizamos, el espacio que ocupa o lo que representa. Diríamos que quitarse la camiseta en público, para un hombre, puede ser una costumbre cultural o una necesidad atendiendo a la altísima temperatura que puede alcanzar nuestros cuerpos a causa de su exposición al sol, solo para justificarnos frente a otras personas de otros géneros que no disfrutan del mismo privilegio. Tampoco pensamos en lo que puede significar nuestro cuerpo para las mujeres o para las personas no binarias, pasando completamente por alto los innumerables casos de violación o agresión que sufren las mujeres y la comunidad LGBTIQ+. De la misma forma hay que vigilar con el papel que podemos ocupar en un discurso, una asamblea, una discusión o incluso una conversación cotidiana. Históricamente los hombres nos hemos otorgado el privilegio de la palabra, pisando fuerte con cada frase y argumento de manera natural. Eso supone que cuando hablamos debemos ser especialmente cuidadosos con cómo y cuándo decimos las cosas. Lo más probable es que en el mismo espacio haya personas con ideas, discursos o comentarios igual o más interesantes, ricos o graciosos que los que nosotros creíamos que iban a ser inigualables. Por desgracia, a causa de la general actitud invasiva con la que discutimos, muchas de esas aportaciones jamás verán la luz. Por eso, es bueno dar un paso atrás, y ceder la palabra. Escuchar además de ser escuchados, y, de paso, acostumbrarnos a pasar a un segundo plano de vez en cuando.
Con esta pequeña enumeración de ejemplos quiero exponer la complejidad de llevar a cabo el proceso de deconstrucción de manera individual. Tenemos que aprender en comunidad para poder aplicar lo aprendido en comunidad. La ventaja del aprendizaje grupal no es solo el contraste de información y la variedad de opiniones, sino cómo esta variedad nos puede permitir alejarnos de nuestro punto inicial y recontextualizar para poder considerar otros puntos de vista. Necesitamos interactuar los unos con los otros para ver la mejora o el fallo. Y lo que es más importante: el apoyo. La deconstrucción es frustrante, repetitiva y muchas veces desagradable. Sin el apoyo, el trabajo reproductivo, el cuidado, es imposible llevar a cabo esta tarea. De hecho, no creo posible la continuidad de ninguna tarea sin alguien con quien poder recogernos y coger energías. Sin alguien a quien algún día poder recoger también. Por supuesto, la reciprocidad es otro gran motor.

Ayuda o pedagogía

Antes de continuar con la segunda idea anteriormente enunciada, quisiera repasar otro asunto controvertido en los ambientes de trabajo de deconstrucción. Cuando alguien decide llevar a cabo en su persona un proceso de deconstrucción lo más probable es que en un primer momento se sienta desorientado. Y la primera reacción, como es natural, es pedir ayuda. La cuestión está en a quién le vamos a pedir ayuda; la respuesta es: a toda persona que nosotros creamos adecuada. Pero esta respuesta debería tener pies de página, puesto que es muy importante diferenciar entre ayuda y pedagogía. Para ello me apoyaré en la descripción con la que ilustra Cecilia Winterfox al Wey Chido, en “Las feministas no son responsables de educar a los hombres”. Ella llama Wey Chido al característico individuo que aparece en una sociedad con una corriente feminista creciente, en el que cualquier hombre ha podido, o puede, verse reflejado en algún momento de su vida. (Winterfox, 2007: 25) Se trata, en mi opinión, de aquél que no comprende el discurso feminista al que se está refiriendo pero que repite y desarrolla únicamente la superficie, quizás más mediática, de éste. Aquí en España, se le ha bautizado, de boca en boca o a través de las redes sociales, como El feministo. Sea como fuere, el resultado de la falta de comprensión del discurso completo provoca situaciones de fuerte confusión entre la pedagogía y la ayuda como la siguiente:

“Irónicamente, el Wey Chido no es consciente de que al demandar a otras mujeres que desvíen sus energías para satisfacer de forma inmediata sus caprichos, está reforzando las dinámicas de poder que supuestamente busca comprender” (Winterfox, 2007: 26)

Se pasa de una conversación apoyo a una de pedagogía cuando la pregunta formulada requeriría haber hecho un trabajo previo de lectura, reflexión,… del tema sobre el que se ha consultado que no se ha hecho.

Y esta norma no solo sirve para el feminismo. Para el individuo cis-hetero, blanco, occidental, de clase media, (y lo pongo como ejemplo por ser la máxima expresión de opresor potencial) conocer esta gran diferencia supone un buen recurso si realmente se interesa por cualquier lucha protagonizada por un colectivo oprimido.

La relación con el feminismo

Retomando ahora el hilo que hemos marcado al principio, vamos a por la segunda cuestión referente a nuestro posicionamiento junto a la lucha feminista. El feminismo, como lucha contra el patriarcado, debe ser protagonizado y llevado a cabo por las mujeres y aquellos colectivos a los cuales éste oprime.Y esta es la razón por la cual tenemos que hacernos a un lado y adoptar un papel secundario. Sé que la primera respuesta en algunas cabezas después de este párrafo será en forma de pregunta: “¿pero no es el hombre también una víctima del patriarcado?” Lo es, pero de forma distinta. Y al ser a la vez víctima y agresor tenemos que entender que no podremos ocupar el mismo lugar que ellas. Ante el discurso y la práctica feminista deberemos limitarnos a observar, aprender y liberar de ciertos trabajos logísticos a quienes deben trabajar en primera fila por la reivindicación de sus derechos, reflexionando así sobre nuestros privilegios.
Paralelamente, tocará poner en tela de juicio el efecto que ejerce sobre nosotros el patriarcado, junto al conjunto de elementos que hemos ido citando en este texto (y muchos otros) para mejorar como hombres y mejorar la convivencia hasta donde nuestra mano alcance.

“No se trata de construir un discurso bajo la lógica del empate entre hombres y mujeres, porque mientras los varones no soltemos esos privilegios, esa idea de que somos víctimas del patriarcado no va a poder ser asumida por nosotros.” (Duarte, 2007: 21)

Así pues, llegando ya a la conclusión de este escrito, quiero destacar la importancia del trabajo individual. Si bien es cierto que tener un colectivo que suponga un espacio seguro para deconstruirnos es un gran tesoro, existe una parte de esta tarea que no puede llevarse adelante por nadie más que por uno mismo. Tendremos que marcar el rumbo de nuestro proyecto personal, y tenerlo. Apoyarnos en nuestro grupo, nuestra gente, nuestro círculo cercano sin llegar a depender completamente de él. En eso recae, opino, la gran dificultad de este proyecto. Cada uno de nosotros creamos una concepción del mundo, de nuestro mundo, a partir de elementos relacionados y categorizados que servirán como nociones de orientación para entender la realidad que nos rodea. (Durkheim y Mauss, 1902) Y este esquema es muy difícil de romper ya que, al dejar de entender las cosas o, como mínimo, al dejar de hacerlas como solíamos, podemos sentir que perdemos pie, podemos llegar
a ver nuestras acciones injustificadas, perder la sensación de legitimidad de lo que decimos y hacemos.:

“la clasificación de las cosas reproduce la clasificación de la sociedad, lo cual vincula el sistema social con el sistema lógico” (Herrero, 2006)

Conclusiones

Debo decir que la realidad de los grupos de deconstrucción es dura, pero no tan oscura como ha podido parecer en un primer momento. Es cierto que se requiere constancia y mucho esfuerzo, como bien he remarcado a lo largo del texto. De todas formas, a medida que surgen los cambios y somos capaces de entender el porqué de la deconstrucción todo se presenta un poco más sencillo. Cuando salgan nuevos problemas, nuevos retos, nuevos fallos, por muy tópico que pueda parecer, es importante no quedar abrumado por la magnitud de esta dificultad, sea cual sea. Quizás será necesario parar, descansar un rato la cabeza y desahogarse, pero todo eso para seguir avanzando de tal forma que semanas, meses o años más tarde podamos mirar atrás y notar el cambio. Así, poco a poco, podremos crear nuestro papel para combatir al patriarcado.

Bibliografía

  • Durkheim, É./ Mauss, M. (1995[1902]) “Sobre algunas formes primitivas de clasificación”, pág. 23-105, en É. Durkheim, Clasificaciones primitivas y otros ensayos de sociología positiva. Barcelona: Ariel
  • Halloway, K. (2007) “La masculinidad está matando a los hombres: la construcción del hombre y su desarraigo”, pág. 31-46 en No nacemos machos: cinco ensayos para repensar el ser hombre en el patriarcado. México: Ediciones La Social
  • Hernnan, A. (2007) “Cuatro consejos desde la trinchera de los aliados feministas” pág. 53-64 en No nacemos machos: cinco ensayos para repensar el ser hombre en el patriarcado. México: Ediciones La Social
  • Herrera, S. (otoño 2006) “Sobre las formas de clasificación en Durkheim y Bourdieu” Iberofórum: Revista de Ciencias Sociales. Año 1. Núm 2. Ciudad de México: Universidad Iberoamericana. [Consulta: 25/09/2020]
  • Winterfox, C. (2007) “Las Feministas No Son Responsables de Educar a los Hombres” pág. 23-30 en No nacemos machos: cinco ensayos para repensar el ser hombre en el patriarcado. México: Ediciones La Social.
  • Cockles, W. (Enero/ Febrero 2002) “Taking the first step: ten suggestions for people called out for abusive behavior” Clamor Magazine. Año 4. Núm. 12. Canada. http://clamormagazine.org/issue/jan-feb-2002 [Consulta: 26/09/2020]

Gabriel Atmetlla Babi

Estudiante de Antropología