De poderosas a temerosas

Caso clínico

Juana y Lorenzo son médicos jubilados. Al dejar de trabajar han empezado a cumplir algunos de sus sueños, como estudiar antropología en la Universidad Nacional de Educación a Distancia y ruso en la Escuela Oficial de Idiomas. Ahora todo lo ven en el aire pues su única hija, Carmina, está embarazada por primera vez (espera mellizos a los 45 años, tras un largo proceso de fertilización in vitro). Cuento con vosotros, les ha conminado Carmina al comunicarles su situación, Ya sabéis que mi trabajo es muy exigente. Juana y Lorenzo están desconcertados, no comprenden muy bien por qué pero temen que su jubilación cambie de rumbo. ¿Nos convertiremos en esos abuelos a jornada completa que dedican seis horas diarias a los nietos, más por obligación que por devoción? También se preguntan si esto del embarazo tardío de su hija es un ejemplo de “razón instrumental”. Por todo ello deciden que van a estudiar el papel de las abuelas en la evolución humana.

Cuatro cuestiones previas

¿Qué porcentaje de la salud depende de los médicos?
Poco, en torno al 10% en el conjunto de la población. Lo más importante es la genética y el “ambiente” (los determinantes sociales como educación formal, vivienda sana, trabajo seguro, redistribución de la riqueza, democracia, etc.). Es decir, la geografía es el destino y nuestra salud depende de dónde y cuándo hayamos nacido no de los médicos.
Al comenzar el siglo XX la expectativa de vida era de 40 años. ¿Quiere eso decir que no había ancianos? No. Quiere decir que la mortalidad infantil era altísima, al nacer era muy probable morir en la infancia, pero tras sobrepasar ese umbral lo clave era de nuevo el “ambiente”. Y sí, sí había ancianos; de hecho es típico de la especie humana la gran proporción de ancianos en la población.
¿Qué significa eso de que “somos el producto del embarazo de nuestra abuela materna”? Que los óvulos de nuestra madre se formaron durante su estancia en el útero de su madre. Así pues, todo el material procedente de nuestra madre se generó durante su estancia en el seno
del vientre de nuestra abuela materna. Ese material incluye también las mitocondrias (los orgánulos de las células que son fundamentales en la producción de energía) que se transmiten a través de las mujeres a todos los humanos desde “la primera Eva”. Mientras el espermatozoide que se unió al óvulo de nuestra madre lo produjo nuestro padre horas antes de la concepción.
¿Cómo se mide el éxito biológico? Lo clave para la materia viva es lograr reproducirse, pero no basta con tener hijos, pues estos tienen que ser fértiles. El éxito biológico es tener nietos. A través de los nietos se perpetua el material genético de los abuelos.

¿Qué tipo de mamíferos somos los humanos?

Los humanos somos mamíferos placentarios; es decir la especie humana tiene fecundación interna y el embrión crece dentro del útero alimentado a través de la placenta. Como mamíferos, tenemos temperatura constante (somos homeotermos), tres huesecillos en el oído medio, músculo diafragma, pelos, y glándulas sebáceas; algunas de estas evolucionan a mamas que permiten producir leche para alimentar al cachorro humano.
Son características peculiares de la especie humana el andar y correr de pie. Andar de pie liberó las manos en una compleja interacción con el desarrollo del cerebro pero creó problemas durante el parto, en la fase de expulsión. El lenguaje es también característica humana esencial y se transmite como parte de la cultura de la familia y de la “tribu”, durante la primera infancia. Lo característico de la cultura de la especie humana es la solidaridad, la cooperación, el altruismo y la consideración que otorga dignidad al humano sólo por el hecho de serlo.
En la especie humana la infancia es prolongada, requiere años para que el niño pueda vivir por sí mismo; también es característica la presencia de ancianos; así, si se estudian cráneos fósiles, se puede demostrar que la evolución se acompañó del incremento del porcentaje de ancianos (10% entre los australopitecos, 20% entre los homos primitivos, 33% entre los neandertales y 68% entre los homo sapiens).
Respecto a las hembras de la especie humana, las mujeres tienen mamas permanentes, mantienen una fertilidad constante sin periodos de celo y, tras la menopausia, pasan casi un tercio del total de sus vidas siendo estériles (entre los 50 y los 75 años).

¿Qué es la senescencia reproductiva brusca?

Senescencia es envejecimiento, y generalmente es un proceso suave. Por ejemplo, la senescencia somática general es progresiva, suave, y si comparamos una mujer de 75 años con una de 20, la anciana tiene 90% del metabolismo basal, 85% de la actividad cerebral, 70% de la capacidad cardiovascular y osteomuscular y 50% de la capacidad respiratoria. Por contraste, su fertilidad es nula, 0%.
La senescencia reproductiva brusca con la menopausia, en torno a los 50 años, es característica de la especie humana. Y esto no es consecuencia del desarrollo socioeconómico pues se puede demostrar que sucede desde hace cientos de miles de años y en muchas sociedades muy diferentes. En general las mujeres postmenopaúsicas son un tercio del total de las mujeres y viven hasta los 70 y 80 años.
La imposibilidad del embarazo a partir de una edad concreta, y el vivir muchos años después, no se ve en otros primates, que tienen hijos casi hasta la fecha de su muerte. En los machos humanos la senescencia reproductiva es progresiva, suave, y decae poco a poco la calidad y cantidad de espermatozoides. Bien dice el refrán que “el hombre pierde antes el diente que la simiente”.

¿Qué ventajas tiene esta senescencia reproductiva brusca de las mujeres?

Las niñas nacen con una reserva ovárica en torno al millón de óvulos, pero a los 40 años apenas les queda un 3% de ella. A lo largo de la vida de una mujer sólo maduran unos pocos, en torno a 400, y los demás se van atrofiando. No sabemos el porqué de esta senescencia reproductiva brusca en la especie humana. Para dar respuesta a esta cuestión surgió en los años cincuenta del siglo XX la “hipótesis de la abuela”: la evolución habría favorecido este largo periodo de vida sin fertilidad porque facilitaba la supervivencia de los nietos, o sea, el éxito biológico de transmitir material genético propio a las siguientes generaciones. A la mujer madura le “renta” más “invertir” su tiempo y conocimientos en ayudar a sus hijos en la crianza de sus nietos, que tener ella misma más hijos.
Esta conducta intergeneracional es un cambio muy llamativo pues lo habitual en otras especies es que
las hembras jóvenes ayuden a las maduras, que son líderes pero siguen reproduciéndose. El cambio que implica la “hipótesis de la abuela” sólo se justifica si consigue una gran ventaja evolutiva.
Los hijos de la mujer madura suelen tener menos salud que los hijos de la mujer joven y, sin la senescencia reproductiva brusca, la mujer madura tiene menos expectativa de vida para cuidar de ellos. Por otra parte, la mujer joven dedica un enorme esfuerzo a la crianza en los dos primeros años de vida de un hijo, de forma que no le es fácil cuidar de otros hijos previos de mayor edad, que aún no superviven por sí mismos. Si la abuela invierte su tiempo y sus conocimientos en ayudar a la crianza de los nietos, la joven puede lograr tener más y que supervivan más tiempo.

El desarrollo humano tiene mucho que ver con la alimentación y por ello en la evolución fue clave la actividad femenina de recolección de semillas, frutos y tubérculos, ya que producía un aporte más previsible y constante que la azarosa caza a la que se dedicaban los varones. La senescencia reproductiva brusca libera a la mujer de la carga de criar a los propios hijos y facilita que su actividad ayude a la alimentación de la tribu en general y de sus nietos en particular. Y no es sólo conocimiento para encontrar alimentos sino también para transmitir cultura; es decir, solidaridad, cooperación, altruismo y dignidad. Todo ello se engloba en la sabiduría de la abuela que le daba prestigio y autoridad. Conviene tener en cuenta que la abuela materna transmite la misma cantidad de material genético a los nietos de ambos sexos pero la abuela paterna transmite más a las niñas que a los chicos. Es decir, la abuela materna tiene el “mismo interés en el éxito” de todos sus nietos mientras que la abuela paterna en teoría tiene más interés por el éxito de las nietas.

¿Qué hechos confirman la “la hipótesis de la abuela”?

La hipótesis de la abuela es sólo una teoría, pero hay muchos hechos que la avalan.
Por ejemplo, entre las orcas las hembras son dominantes y muchas manadas son matriarcales. Las hembras comienzan a reproducirse a partir de los 15 años hasta los 30-40, con una esperanza de vida en estado salvaje de hasta 90 años. Durante el periodo de senescencia reproductiva total, asumen el rol de “abuela», protegiendo a las crías y compartiendo su experiencia sobre cuándo y dónde encontrar alimento, lo que incrementa las posibilidades de supervivencia del grupo. De hecho, si muere la abuela se triplica la mortalidad del grupo, por falta de alimentos.

En las tribus cazadoras-recolectoras (hadza, tsimana, ache) se ha podido demostrar la alta eficiencia de la abuela en la provisión de una nutrición saludable a sus nietos. Y se ha demostrado que la presencia cercana de la abuela añade décadas de vida; si se trata de la abuela paterna el impacto es menor. En un estudio se agruparon resultados de poblaciones de Alemania, Canadá, Etiopía, Japón, Gambia, Malawi y Reino Unido, con datos que abarcaban desde el siglo XVII al XXI y que demostraban la asociación entre la presencia de la abuela y la mayor supervivencia de los nietos (el impacto iba disminuyendo con la distancia hasta ser nulo a los 200 km).

¿Cómo es en la actualidad (siglo XXI) todo esto de la importancia de la abuela?

Nada como el retrato en una noticia periodística: “Carmen Mínguez deja de comer. Vomita. La hija, que vive con ella, se alarma ante la visión de la madre viuda de 91 años. Aletargada, tumbada todo el día. Lleva un parche de opiáceos para los dolores de huesos y toma ocho pastillas diarias. Dos para el colesterol, una para la tensión, un protector de estómago, un antidepresivo, una pastilla para dormir, otra tipo aspirina y un calmante”. Es decir, Carmen Mínguez está empastillada, en tratamiento con medicamentos innecesarios y peligrosos; por ejemplo, los parches de opiáceos para los dolores de huesos que llevan fentanilo, 100 veces más potente que la morfina, y sólo están indicados para el dolor incoercible en pacientes con cáncer. Pero no es Carmen Mínguez en concreto pues en España 1 de cada 3 mayores de 65 años toma de media 5 medicamentos diarios. Los ancianos están empastillados, y en muchos casos innecesariamente, con los consiguientes efectos adversos.
Carmen Mínguez vive con su hija pero viven solas el 30% de las mujeres y el 18% de los varones mayores de 65 años. A 1 de enero de 2018, en Madrid más de 160.000 personas mayores de 65 años vivían solas. La soledad no deseada es perjudicial para la salud.
Por otra parte, vive en residencias-asilos el 5% de los ancianos. Como contraste, en España viven de la pensión de los ancianos casi 300.000 familias con todos sus miembros en situación de desempleo.

Los estudios clínicos justifican la importancia de la abuela para cuidar a los nietos, al igual que la sabiduría popular: “[el estado ideal de un niño] con la abuela y sin escuela”. Los alimentos preparados en casa son más nutritivos y sanos que los de preparación industrial y los remedios de la abuela, como la miel para la tos, tienen eficacia probada científicamente,etc.

Sin embargo, la Pediatría ha secuestrado la salud infantil y son los pediatras, no la abuela, quienes certifican si la joven madre da bien de mamar, si el niño se desarrolla normalmente y si el niño está sano (las “revisiones del niño sano”, que carecen de fundamento científico). Los médicos, que deben saber de enfermedades, han expandido su campo y ahora dedican sus esfuerzos a la salud, expropiándola y dejando inermes a las abuelas, que requieren angustiadas consulta médica ante situaciones que saben resolver sin necesidad alguna de profesionales sanitarios.

Con la expropiación de la salud se produce un triple daño: 1/ biológico, por los efectos adversos de las intervenciones médicas, 2/ social, por medicalizar la vida, y 3/ cultural, por destruir valores que ayudan a vivir al enseñar a convivir con los inconvenientes de la vida.

Síntesis

La abuela ha pasado de sabia, poderosa, respetada e independiente a temerosa, perdida en los vericuetos tecnológicos, sin ni siquiera autoridad para definir la salud de los nietos, empastillada y enclaustrada-sola. Es hora de reclamar el papel que la evolución ha dado a la abuela (y a la mujer en general).


* Texto completo + referencias en: Acta Sanitaria, 7/12/2019 https://www.actasanitaria.com/las-abuelas-de-la-prehistoria-alsiglo-xxi-de-poderosas-a-temerosas/

Mercedes Pérez-Fernández

Médica internista jubilada

Médica rural jubilada, especialista en Medicina Interna. Equipo CESCA. Madrid.
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