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De amamantamiento, feminismo y las contradicciones del capitalismo
Beatriz Cid, Socióloga

Mi bohemia vida de estudiante en Toronto se vio hace poco dramáticamente y definitivamente alterada por el nacimiento de mi primera hija, con todos los cambios y hierbas que ello implica: embarazo, parto, pañales, y falta de sueño... amén de crear espacio en la casa y el corazón para una nueva persona que aunque pequeña es completa y ruidosa. La principal sorpresa fue mi propia transformación desde ser una analista de los sistemas agro-alimentarios a ser ahora ... un sistema alimentario en si mismo. Así es... ahora no sólo estudio como se produce globalmente la comida, sino que también me he convertido en una especie de prodigiosa vaquita lechera, capaz de producir un alimento completo e indispensable para mantener la vida de un bebé: leche materna. Esta experiencia tan natural en la vida de incontables mujeres, abrió en mí infinidad de preguntas acerca de la leche materna, las mujeres y el capitalismo. Después de todo mi oficio es hacer preguntas críticas acerca de cómo se produce lo que comemos; preguntas que ahora quiero compartir con ustedes.

Como se sabe, la leche materna es considerada un alimento único e imprescindible para el sano desarrollo de los bebés. Hay incontables referencias acerca de sus beneficios para el bienestar de los hijos y las madres. De hecho, la OMS recomienda la alimentación exclusiva de leche materna durante los primeros 6 meses de vida, y mantener el amamantamiento por dos años. La leche materna no ha podido ser reproducida –salvo parcial e imperfectamente- por las corporaciones químico-alimentarias; de hecho, se considera que la alimentación con “fórmula” aumenta el riesgo de condiciones como el asma, alergias y diabetes. Como feminista, no pude dejar de asombrarme de la maravilla del cuerpo femenino y su irreductibilidad a la manipulación capitalista.

Lo anterior contrasta con la generalizada desvaloración que en Chile se hace de la leche materna y con ello del cuerpo femenino que la produce. Conversando con amigas, primas y muchas mujeres, me di cuenta de cómo múltiples discursos atentan contra la valoración del amamantamiento y de paso contribuyen ampliamente a las ganancias de las corporaciones productoras de “fórmula”. La opinión de muchos es que amamantar es “de mal gusto” e incluso “asqueroso”, sobre todo si se hace en público, o se continúa ¡que horror! más allá de los seis meses. Aún más asombrosa, es la peregrina idea de que la leche materna carece de valor nutricional después de los seis meses, siendo conveniente su reemplazo por “fórmula”. Esto, que por cierto es un error (la leche de fórmula es siempre una imitación de la leche humana y nunca superior a ella; y si bien la leche humana disminuye su concentración grasa, ello responde a un cambio en las necesidades del bebé al momento de la introducción de sólidos), es al parecer ampliamente apoyado por ciertos sectores de la comunidad médica. De hecho, escuché frases como “mi pediatra dice que la leche materna después de seis meses no tiene NINGÚN valor nutricional”; “mi médico dice que mi leche es “muy flaca”... tengo que complementarla con fórmula”. Ante eso una se pregunta quién formó a esos médicos, y qué intereses corporativos residen tras estas opiniones. Todas las cuales contribuyen al reemplazo de una sustancia que las mujeres producimos a mínimo costo y excelente calidad por un sustituto artificial, pobre e incompleto y, por cierto, muy caro. Esto es finalmente, la expansión capitalista a costa de la degradación ideológica del cuerpo femenino y expropiación material de los bolsillos familiares.

Afortunadamente fui bendecida con un flujo superabundante de leche materna que me ha permitido volver al trabajo y continuar amamantando con la ayuda de un extractor de leche. Dada esta superabundancia, quise donar a un banco de leche. Buscando formas de cómo donar, me encontré que aquí en Norteamérica existe un mercado clandestino e informal de leche materna a través de Internet. Lo más asombroso es que en este mercado la leche materna se transa a valores asombrosos: 3 dólares la onza (equivalente a 30 ml), o sea, las necesidades de leche materna de un bebe se avalúan 700 dólares semanales!!!!... por favor, cuéntenle esto a las innumerables mujeres que creen que su leche no tiene ningún valor. Mas aún, imagínense la asombrosa contribución de las mujeres a las economías domésticas y nacionales. Calculen cómo cambiaría el PGB si incorporamos en él toda la leche producida por las mujeres que amamantan. Esto me hace recordar al viejo Marx y su dialéctica: mientras el capitalismo corporativo desvaloriza a las mujeres, curiosamente el capitalismo informal de Internet les devuelve su verdadero y asombroso valor. A través de Internet, mujeres en completo control de sus medios de producción -sus propios pechos- desafían el capitalismo global de las corporaciones químico-alimentarias, reapropiándose con ello del asombroso valor de sus cuerpos. Personalmente, no comparto la idea de vender la leche materna. Me parece que es un “don”, y como tal debiera mantenerse en la esfera de la “donación” y lejos del intercambio mercantil -como se hace a través de los bancos de leche- pero no por ello se me escapa el potencial subversivo de las mujeres que demandan y obtienen el reconocimiento económico de su leche.

No se me tome a mal; tampoco soy una fundamentalista del amamantamiento. Como feminista que me considero, no quiero caer en una ideología del amamantamiento que contribuya a profundizar el patriarcado. Sé que para muchas mujeres el uso de “fórmula” es una ayuda que les permite seguir trabajando, y reintegrarse al mundo público. También sé que para algunas mujeres amamantar es doloroso, especialmente dado el bajo apoyo educativo que se provee en Chile al respecto. Considero que amamantar, así como todas aquellas materias que afectan nuestro cuerpo, debe ser una opción y no una obligación impuesta sobre las mujeres. En ese sentido no quiero demonizar el uso de fórmula, sólo recordar que ésta es, y sólo debe ser, una ayuda a las mujeres, y nunca un mecanismo que desvalorice ideológica y materialmente a las mujeres, sus cuerpos y sus bolsillos. Más importante aún, que la leche materna, y sobre todo los cuerpos que la producen, tiene un valor social, económico y subversivo asombroso, muy superior a cualquiera de sus imitaciones corporativas.

Beatriz Cid
[email protected]
Socióloga
Ph.D. candidate, York University

 

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