NUESTRAS
HISTORIAS CLÍNICAS, ¿SECRETOS A VOCES?
<Mercè
Fuentes Pujol>
La relación
entre medic@y enferm@s desde tiempo inmemorial se ha caracterizado
por la privacidad y la confidencialidad de los temas tratados en
las consultas.
Hasta hace
poco tiempo, las Historias Clínicas en la Asistencia Pública
formaban parte de esta relación donde la confidencialidad
de la información obtenida se daba por supuesta y donde en
cualquier momento el/a enferm@podía exigir que no se registrara
algún dato.
Así mismo si se utilizaba alguna información clínica
por parte de l@s profesionales siempre era de forma que no se pudiera
identificar a la persona concreta (sexo, edad, patología
o datos poblacionales).
La utilización
de la informatización en todos los ámbitos de nuestro
entorno, ha provocado el desarrollo y aprobación de la Ley
de Protección de datos Informáticos en España,
que después ha sido ampliamente matizada por una normativa
Europea.
La
necesidad de una ley que proteja la intimidad de la información
que constituyen nuestros datos privados de cualquier tipo, se debe
a las características mismas del sistema informático
que permite una gran acumulación de información de
muy fácil acceso para cualquier persona o empresa para fines
muy diversos y difíciles de controlar.
La vulnerabilidad
del sistema es tal que de momento, a pesar de las leyes, la impresión
que tenemos los ciudadanos es que la protección no es adecuada.
Sin embargo,
el proceso de Informatización de la información sanitaria
continúa avanzando. Se están aprobando, incluso, normativas
para que sea obligatoria la introducción de todos los datos
de las Historias Clínicas, incluidas las pruebas complementarias,
los resultados de las analíticas, etc… Esta situación
se está dando ya en comunidades como Pais Vasco y Cataluña.
Encandilados
con el progreso que representa la informatización de la sociedad
en general, con la experiencia de nuestros PC en los domicilios
y con las posibilidades abiertas por Internet ¿a quien se
le ocurre dudar de la bondad de dichas medidas?
Aplicado a
las consultas sanitarias, tanto a nivel de gestión (accesibilidad
rápida a los datos) como de soporte (en sustitución
del papel) representa un beneficio importante. Nos encontramos de
repente con un Sistema Informatizado centralizado de Historias Clínicas
de las consultas públicas (pero no de las privadas), que
permite compartir los datos y supone, en teoría al menos,
una mejor asistencia.
Pero ¿qué
ocurre realmente?. Lo que ocurre es que la administración
sanitaria se hace propietaria de nuestros datos, ya no los custodian
los profesionales de nuestra confianza, ni somos los usuarios los
depositarios.
Dejan
de ser datos confidenciales de nuestra vida para convertirse en
parte de una megabase de datos que deja al alcance de cualquiera
nuestra vida privada, lista para ser explotada con mejor o peor
intención dependiendo de los intereses de quien la consulte.
Creo que es
urgente que nos hagamos una serie de preguntas:
¿A quién
pueden beneficiar estas megabases de datos sanitarios? ¿Cómo
puede ser que hasta el momento para hacer estudios epidemiológicos
de causas de mortalidad en zonas con pocos habitantes había
que agregar los habitantes de muchos pueblos para garantizar el
anonimato de los estudiados y ahora los datos de los vivos los vamos
a tener en un disquete con teléfono incluido (por exagerar
un poco)?
¿No
será que no somos conscientes del gran poder de la informática
y por tanto de sus posibilidades, buenas y malas? ¿De verdad
queremos dar “poder” con nuestros datos a sistemas de
información que no controlamos, de los cuales no ignoramos
completamente cómo se van a gestionar, por quién y
para qué? ¿Para qué sirve, después de
todo, la Ley de Protección de Datos?
Mercè
Fuentes Pujol
Médica de Primaria ([email protected])
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