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FIBROMIALGIA: VIEJAS Y NUEVAS EXPERIENCIAS

<Daniela Aparicio>


Daniela Aparicio

Uno de mis primeros trabajos de investigación, allí en las remotas fechas de 1976, tenía como enclave el Servicio de Reumatología de la Cruz Roja (Barcelona) . En aquel entonces, el Equipo Médico colaboraba con psicólogos y psicoanalistas en la investigación del llamado “sindrome miotensivo ”, dolor escapulo-humeral muy frecuente en un porcentaje muy alto de la población femenina. En su gran mayoria, se trataba de mujeres mayores de 40 años, de procedencia sociocultural baja o humilde, con rasgos depresivos importantes, o con depresiones enmascaradas, con insomnio, ansiedad y otros síntomas afines. La depresion, lo sabemos, pone el cuerpo en primer plano y es cuando aparecen los dolores multiples y la queja. El peso del cuerpo se hace notar, lo vemos en la clínica, a medida que decaen los recursos psíquicos y el deseo de vida que lo sostienen.

Quiero recalcar, que un alto porcentaje de la población femenina que padecía el “sindrome miotensivo ” mejoraba notablemente con técnicas de relajación y entrevistas psicoterapéuticas.

Este antecedente llamativo nos remite directamente a lo que hoy nos convoca y que llamamos FIBROMIALGIA, un cajón de sastre que reune bajo el mismo rótulo viejas y nuevas dolencias. ¿Qué podemos decir de estas dolencias, sin lesión somática, que en su gran mayoria guardan una relación muy estrecha con la psicopatología (71% tienen síntomas depresivos) encarnadas en su mayoria en cuerpos de mujer (80-90% de los casos diagnosticados)?

Les voy a adelantar -a modo de introducción- algunas premisas muy generales, incluso elementales, acerca del dolor, a partir del psicoanálisis.

El dolor, en primer lugar, es un fenómeno de lenguaje, es solamente a partir del relato hablado de nuestra paciente que podemos acceder a su dolencia más corporal. El intercambio entre médico y paciente trata con un cuerpo simbólico atrapado por las palabras. También podemos decir que se trata casi siempre de un cuerpo interpretado, según el modo de ser, las fantasías, o la historia personal de cada paciente. El más somático de los dolores puede aparecer asociado con ideas de culpa y castigo. Sin embargo, hay casos dónde eso no es así -en las lesiones psicosomáticas por ejemplo-que no guardan ninguna referencia subjetiva con la persona que padece el síntoma.

Por eso, contemplamos el fenómeno doloroso caso por caso, puesto que es subjetivo. Puede pertenecer a la misma estructura clínica pero siempre tendrá su expresión particular para cada sujeto. Es decir, que con el mismo diagnóstico nos encontramos con intensidades muy personales del sufrimiento. Hay casos de fibromialgia con dolor severo e invalidante y otros que sólo ocasionan un leve malestar. El relato subjetivo del dolor no se puede universalizar, cada paciente lo habla y lo interpreta, no es para todos por igual. El significado subjetivo o psicólogico influye en la intensidad con la cual es vivenciado. No existe una relación directa entre la magnitud de una herida y la intensidad del dolor percibido, esta siempre es subjetivada por la persona que la padece. El dolor percibido por soldados con heridas de guerra es menos intenso que en personas civiles con daños similares y a su vez requiere cantidades menores de analgésicos para ser aliviado. ¿Se trata acaso de un significado del dolor diferente para ambos grupos? Ademas si hilamos mas fino veremos que cada individuo de ambos grupos tendrá tambien su oscilación con respecto a sus colegas.

La subjetividad y relatividad en juego no admiten un tratamiento universal de la misma enfermedad para todos, cada paciente tiene la suya. La Histeria es el gran capítulo para entender el dolor de las mujeres. En todas las histerias, encontramos diferentes formas de dolor, que a lo largo de una cura adquieren diferentes modalidades conversivas y se incriben sobre todo como una queja dirigida a su interlocutor, medico, psicólogo, etc.

Charcot, a mediados del siglo XIX descubre las parálisis histéricas y las trata con la hipnósis. Bajo el trance hipnótico la histérica paralizada e inmóvil se levantaba y andaba. Freud que daba sus primeros pasos en la Salpêtriere define más tarde el fenómeno como una “conversión histérica” que articula el conflicto psíquico con la innervación somática, como una manera de tratar la angustia (belle indifference) . En otras palabras, podemos decir que el rechazo sexual erotiza y somatiza el dolor. La interpretación, dentro de la cura psicoanalítica, tomará el relevo de la hipnósis, logrando por vía de la palabra la remisión sintomática. Cuando el dolor se habla (elaboración y simbolización en la cura) adquiere otros sentidos y no se coagula en lo somático.

El síntoma dolor será determinado por el interlocutor así como su diagnóstico, su tratamiento y su pronóstico. Es el interlocutor, medico, psicólogo, o médico con formación amplia, o sin ella, el que decidirá del destino de lo que escucha, mira, manda explorar, o psicoanalizar. Para el paciente el dolor y la enfermedad son modos de demanda, una manera de vehiculizar las quejas de su malestar una manera de intentar hacerse escuchar.

El dolor es demanda en primer lugar, a menudo de algo que curiosamente no pide alivio instantáneo sino que demanda el reconocimiento del médico para ser o estar enfermo, es una demanda de identidad. Muchas mujeres piden ser reconocidas como enfermas, ser identificadas como tales. Asimismo, y ante el enigma que le plantea la mujer al Otro médico a menudo este se encuentra con la necesidad de dar una respuesta, de asentar un diagnóstico y dictaminar : tu eres eso o aquello, a saber, “tu eres fibromiálgica”. Eso puede tranquilizar tanto al médico como a la paciente.

Consideramos que hay que dar un tiempo para que pueda desplegarse la demanda de cada paciente. Si no, el medico puede encontrarse -con lo que hemos observado en muchos Grupos Balint -que a su gran sorpresa se convierte en un coleccionista de síntomas. Para cada síntoma que desaparece aparece otro nuevo encubriendo la misma queja y la demanda de ser escuchado. Lo que no es escuchado se encarna en el cuerpo. Otra cuestión relevante para entender la dinámica del dolor es la insistencia o persistencia del sufrimiento, el goce del sufrimiento que desvela una auténtica paradoja de nuestra vida psiquica.

¿Cómo podemos explicar que se busque un placer en el dolor?Y sin embargo, cada día lo observamos en la clínica. En el relato de algunas mujeres encontramos un sufrimiento y maltrato que pueden perpetuarse a lo largo de toda una vida, tomado la envergadura de una vocación en el dolor que nos recuerda a las Santas de antaño. Será que la condición humana no aspira precisamente siempre al bienestar, puesto que a menudo comprobamos los estragos de la pulsión de muerte en lo personal y en lo colectivo.

Para concluir, y a la luz de lo enunciado creemos que no se puede reducir el dolor al síntoma somático eliminando al sujeto y a la relación médico-paciente sin correr el riesgo de producir una nueva enfermedad: la iatrogenia, nuevas adicciones y el proyecto de una cronificación irreversible.

Subjetivar el dolor lo transforma. Introducir el sujeto y permitirle hablar dentro de la relación con su interlocutor médico transforma el dolor en palabras y ofrece de entrada un pronóstico diferente.

Una cuestión ética importante: hoy, la ciencia médica se decanta peligrosamente por la creencia omnipotente de poder acabar con todo el sufrimiento humano y este credo viene reforzado por el marketing de la “felicidad ” prosaica (Prozac) que ostentan los Laboratorios. Esta aspiración totalitaria se topa con los nuevos síntomas que denuncian y retan esta omnipotencia dando cuenta de su insuficiencia para la vida de la persona. Estos signos de nuestro tiempo inciden tambien directamente sobre la intolerancia generalizada al dolor, aunque este sea el mismo dolor de existir, inherente a la condición humana. Eso es lo que le toca asumir a cada cual, ya que no puede ser reparado con las rentas vitalicias, las cirugías plásticas, o cualquier otra respuesta a la demanda de un beneficio secundario, que repare todos los males. Se trata de intentar contrarestar este empuje generalizado que pretende situar la causa siempre fuerandel sujeto, que se torna un objeto victima pasiva e irresponsable, que no puede ni debe subjetivar su malestar.

Daniela Aparicio
Psicoanalista

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