Japón – Salud y derechos de la mujer en japón
Vivo en el País Vasco desde 2002. Una región con una afirmación de identidad muy fuerte y a menudo me preguntan: «¿No quieres volver a Japón?«.
Mi respuesta suele ser un NO rotundo. No volvería a vivir en mi país siendo una mujer y os cuento por qué y qué es lo que ocurre en cuanto a la salud y los derechos de las mujeres en Japón.
Para ponernos en contexto, siento decirlo, pero los modelos importados de Occidente en cuanto al sistema patriarcal y la medicina occidental han hecho mucho daño a la sexualidad y salud en la cultura japonesa. El gobierno nipón, apostó por la “modernización” y ser parte de Occidente.
Antes las mujeres también lideraban la comunidad. No existía el concepto de «feminidad» y el sexo no era tabú. Culturalmente la presencia de la Sanba, partera tradicional, y sus sabidurías, eran muy valoradas e importantes y suponían una figura muy arraigada en la comunidad.
También había costumbre de adornar los santuarios con esculturas de los genitales porque se los consideraba sagrados, lo que para los primeros occidentales que visitaron Japón hace unos 150 años, era una “costumbre salvaje”.
Todo esto se fue eliminando, se consiguió cambiar al modelo en el que los hombres controlan y deciden por el cuerpo de las mujeres y se sigue conservando fielmente la ideología que se introdujo entonces.
Actualmente, respecto a «salud y derechos sexuales y reproductivos», la concienciación a día de hoy es muy escasa, especialmente entre los hombres, lo cual, se refleja obviamente, en la política.
Es importante mencionar, que la proporción de mujeres en la Cámara de Representantes es inferior al 10%, y en la Cámara de Consejeros, es del 28%.
Los términos como «salud y derechos reproductivos» y «género» se han evitado en los documentos oficiales y todavía existe un sistema político y educativo muy conservador que no favorece el derecho a «tomar tus propias decisiones sobre tu cuerpo» o que permite que un agresor no sea acusado de un delito si dice que creía tener el consentimiento de la víctima.
Desde hace 100 años, la edad de consentimiento sexual es de 13 años. La educación sexual no es para nada inclusiva y se limita a aspectos como: los cambios físicos en la adolescencia, la fecundación, el parto y las enfermedades de transmisión sexual. Desde 1998 oficialmente se han establecido restricciones, como la de no enseñar sobre las opciones de anticoncepción y los detalles de las relaciones sexuales. (…Lo sé. Es difícil de comprender.)
Detrás de todo esto, por supuesto, están la poderosa influencia de ciertas instituciones religiosas muy ligadas a la política con su fuerte ideología patriarcal, que prohíben la autodeterminación sexual, la libertad de matrimonio y de divorcio, no reconocen la libertad de elección de tener o no hijos, criminaliza el aborto, etc.
Dicho lo anterior, es fácil de imaginar que ahí la violencia obstétrica (un concepto aún no verbalizado) acaba de empezar a asomar a la superficie.
En verano de 2021, nos llegan las siguientes noticias sobre los partos durante la pandemia;
-Una parturienta con Covid-19 positivo, fue trasladada a un hospital en una camilla, dentro de una bolsa de plástico como si se tratara de un cadáver.
-Una mujer, obligada a quedarse en casa tras dar positivo, se puso de parto prematuro y al no encontrar un lugar para su hospitalización, parió sola. Por desgracia su bebé murió posteriormente por la falta de atención médica.
-En un hospital se ofrecía un «servicio» de entrega de fotografías sacadas con el smartphone a las mujeres aisladas, para que pudieran ver a sus bebés recién nacidos.
Todas estas noticias me enfurecieron y junto con algunas colegas decidimos montar el Comité Repro Research. A falta de evidencias científicas que justificasen determinados procedimientos, teníamos que aclarar urgentemente la situación real y ver hasta qué punto respetaban los derechos de las mujeres y de los recién nacidos.
Criticamos estas y más noticias, pero la reacción general fue atacarnos a nosotras, lo que nos hizo entender que la situación estaba mucho peor de lo que creíamos.
Hoy día se sigue prohibiendo el acompañamiento de partos con motivo de prevención del contagio, se recomienda la hospitalización controlada a partir de las 37 semanas y se realiza una cesárea a todas las mujeres con Covid-19 positivo, independientemente de los síntomas. También se recomienda la cesárea con el objetivo de reducir la duración del parto.
La separación de la madre y el bebé ya es lo habitual en general, así como evitar la lactancia materna independientemente de si hay contagio o no.
Son muchos los hospitales que consideran estas medidas inevitables, pero nosotras pensamos que no son protocolos ni intervenciones médicas necesarias sino sociales y estructurales y sabemos muy bien cómo pueden influir la ansiedad y el estrés materno y falta de contactos. De hecho, la tasa de suicidio de las mujeres debido a la depresión posparto se ha disparado en Japón, sin medidas contundentes al respecto por parte del gobierno.
Hasta hoy, desde el comité hemos realizado encuestas online, presentado peticiones al Ministerio de Sanidad, Trabajo y Bienestar y a las sociedades académicas pertinentes. También recogimos firmas para denunciar estas violencias y entregarlas al Ministerio, y organizamos reuniones virtuales con las partes interesadas, investigadores, médicos, medios de comunicación y representantes políticos, etc.
Hasta el momento queda claro que tanto las sociedades académicas como el Ministerio no tienen ninguna intención de ajustarse a las nuevas evidencias científicas, ni de proteger los derechos de las mujeres, concepto que ni siquiera se usa abiertamente dado que la sociedad no está preparada para apoyarlos y menos tratándose del parto que es algo muy invisibilizado.
Si las matronas y las partes implicadas participasen más en el proceso de toma de decisiones, y si la atención sanitaria reflejara las voces de las matronas y las mujeres, esta situación no seguiría produciéndose.
En Japón, según la Ley de Protección de Cuerpo Materno está permitida la interrupción voluntaria del embarazo en las siguientes condiciones:
(1) Que la continuación del embarazo o el parto pueda perjudicar gravemente a la mujer por razones físicas o económicas.
(2) Que el embarazo haya sido por una violación.
Y como tercera condición, en caso de estar casada, la misma ley exige el consentimiento del cónyuge, aunque muchas clínicas exigen también a las mujeres solteras el permiso de los hombres para evitar litigios y proteger su negocio.
Si se realiza un aborto sin cumplir las condiciones, la mujer y el profesional serán castigados por el Código Penal (Ley vigente desde 1907).
¿Cómo puede ser, que un aborto sea legal con el consentimiento del hombre, pero sin él, sea ilegal?
Si lees atentamente, te das cuenta de que no es una ley que estipule el aborto como un derecho de la mujer, sino una condición bajo la cual un médico no será castigado por realizarlo. Protege más al médico que a la mujer y otorga a los hombres el derecho a obligar a una mujer a continuar con un embarazo no deseado.
El Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (CEDAW) declaró hace tiempo que el negar un aborto y obligar a las mujeres a continuar con el embarazo y dar a luz, es violencia de género y puede equivaler a tortura.
Instó 2 veces al gobierno japonés a «despenalizar el aborto en todos los casos» y suprimir el requisito de consentimiento del cónyuge. El gobierno aún lo sigue ignorando, lo que lleva a muchas mujeres a parir en clandestinidad y abandonar a sus bebés a su suerte.
Para conocer otros datos sobre el aborto en Japón, os invito a que entréis en los siguientes enlaces:
-Web de la asociación Action for Safe Abortion, Japón
-Petición dirigida al Ministerio de Sanidad, Trabajo y Bienestar
La economía de los cuidados se ha devaluado aún más estos 2 años. Hay menos lenguaje, presencia y entornos que les transmitan apoyo y seguridad a las mujeres y se ha permitido que sus derechos pasen a un segundo plano dejándolas sin alternativas.
Detrás de la fama de ser el país más seguro del mundo, hay muchas mujeres amenazadas, silenciadas con sus derechos anulados, infantilizadas, criminalizadas, estigmatizadas, e injustamente obligadas a tragar mucho en pos del “por si acaso” … “por su bien” … y en nombre de la prevención.
Por todo esto y más motivos…no volvería a vivir en Japón. En mi opinión hay una necesidad urgente de promover leyes y políticas desde la perspectiva de la igualdad de género y seguir cuestionando la estructura social y la forma en que se discuten los temas desde la perspectiva de los «derechos humanos».
En cualquier caso, también he de decir, que la experiencia de vivir en el País Vasco, ser mujer y madre en este país, ver cómo se ha transformado todo a lo largo de estos años tras movimientos sociales que lo han hecho posible y en los que he tenido la suerte de participar, me dan la fuerza y esperanza de continuar esta lucha, junto a mis compañeras, por dignificar los derechos de las mujeres y por una atención obstétrica que se base en las mujeres en mi país de origen confiando en que, de alguna manera, puedan generarse los cambios.