Los cuidados y la pandemia: riesgos, refamiliarización y retos

Durante la crisis (o las crisis) generadas por la COVID-19 se ha puesto en evidencia la importancia fundamental que tienen los cuidados en el mantenimiento de la salud y del bienestar de todas las personas. Sin embargo, esta centralidad rara vez se ha tenido en cuenta en las medidas para atajar la pandemia, y los cuidados no remunerados han permanecido ocultos, como paradigma de la invisibilidad de las mujeres en salud. Las mujeres cuidadoras no cuentan en los números (ausencia en las estadísticas), no cuentan en el relato (no han formado parte de las narrativas durante la pandemia) y no han sido tenidas en cuenta (no han estado representadas en la toma de decisiones). 

Antes de la pandemia ya conocíamos las grandes desigualdades de género que atraviesan los cuidados. 

Conocemos la enorme brecha entre mujeres y hombres en la participación en los cuidados de personas del hogar que los necesitan, que se ensancha durante las edades medias de la vida. Datos recientes arrojan la cifra de 76 millones de personas en Europa que cuidan de familiares o amistades, lo que supone un 12,7% de la población europea, y la gran mayoría son mujeres (62%)1.. Las mujeres dedican más tiempo a los cuidados, cuidan durante más años y realizan las tareas de cuidados personales, más demandantes, más penosas y cotidianas, mientras que los hombres se ocupan más de los cuidados de movilidad o fuera del hogar. Estas desigualdades se potencian por la manera diferente de asumir y afrontar los cuidados: mientras que las mujeres naturalizamos el rol de cuidadoras como propio, los hombres lo entienden como un rol prestado que solo asumen en circunstancias concretas. Para ellas, no asumir los cuidados es penalizado por el entorno social y familiar, mientras que los hombres que cuidan se ven reconocidos y premiados socialmente por ello. También existen desigualdades de género en los impactos de cuidar sobre diferentes áreas de la vida. Por ejemplo, las mujeres sufren con mayor frecuencia los impactos negativos de cuidar sobre su situación laboral y económica2, como la brecha de género en salarios o pensiones. El trabajo de cuidar tiene un claro impacto en la salud de quienes cuidan, a través de mecanismos que asemejan el cuidado a un proceso de estrés crónico, con resultados de mayor sobrecarga, más problemas de salud física y mental, hábitos de vida menos saludables e incluso mayor mortalidad. Y son las mujeres, mayores, de menor nivel socioeconómico, las que ya padecían mala salud previa y las que tienen escaso apoyo social, las que tienen más riesgo de presentar problemas de salud3

¿Qué está ocurriendo con los cuidados durante la pandemia? 

Los roles de género tradicionales en los cuidados se están perpetuando e incluso profundizando durante esta crisis, afectando a las mujeres de manera significativa. Esto supone más riesgos, más refamiliarización y algunos retos para evitar retrocesos en igualdad. 

Podemos considerar que los cuidados son un factor de riesgo para el contagio por el coronavirus: las mujeres asumen mayoritariamente los cuidados de otras personas (afectadas o no) en casa y en los servicios sanitarios y socio-sanitarios, cuidan durante más tiempo y en tareas de atención personal (más cercanas, más cotidianas), y además realizan otras tareas domésticas (limpieza de ropa, superficies, fómites…). Estos factores las exponen más al riesgo de contagio, como han reflejado las estadísticas sanitarias: predominan las mujeres entre los casos de COVID-19 que habían tenido contacto con otro caso o con personas con infección respiratoria aguda y entre el personal sanitario infectado (el 76% del personal sanitario con COVID-19 son mujeres). 

Pero los cuidados informales también son un recurso esencial para la atención de salud durante la pandemia. Durante el aislamiento domiciliario de las personas afectadas por la COVID-19 son las cuidadoras del hogar quienes las atienden, les prestan los cuidados necesarios para su recuperación y toman medidas higiénicas para evitar el contagio de los demás convivientes. Durante los periodos de confinamiento se han limitado al mínimo los servicios de atención sanitaria para otras demandas no relacionadas con la COVID, limitación que persiste aún en estos momentos. Las patologías crónicas (incluidas las de salud mental) y los problemas de salud no urgentes han tenido que ser atendidos en los hogares, mayoritariamente por las mujeres. Los datos disponibles indican que hay más personas que se han convertido en cuidadoras no remuneradas desde el inicio de la pandemia de COVID-19 y que las mujeres siguen asumiendo de forma desproporcionada las responsabilidades de cuidados no remunerados. En todos los países, la responsabilidad y el compromiso de la mayoría de las personas cuidadoras que ya prestaban cuidados antes de la pandemia de COVID-19 ha aumentado4

La pandemia ha dado lugar a una refamiliarización de los cuidados, incrementando la carga de cuidados que recae en las familias, esto es, en las mujeres. La supresión de la actividad de centros educativos y de cuidado de menores en el confinamiento concentró la carga de cuidados en las familias, especialmente en las mujeres. Los servicios de apoyo al cuidado de personas mayores y dependientes, que ya eran escasos, han sido muy limitados durante la pandemia. La ayuda a domicilio, los centros residenciales, los centros de día, se han visto drásticamente reducidos. Durante la situación más crítica de las residencias fueron muchas las familias que asumieron el cuidado de parientes anteriormente institucionalizados. Incluso las personas mayores o con discapacidad, antes razonablemente autónomas, durante la pandemia han necesitado ayuda para realizar compras de alimentos o medicamentos, y el cuidado y apoyo afectivo “a distancia” también lo han proporcionado las familias, siendo las mujeres las que están asumiendo esta carga extra de cuidados.

Y ¿qué consecuencias está teniendo esta situación para la salud de las mujeres? Las investigaciones disponibles4 indican que una gran proporción de personas cuidadoras ha experimentado un aumento de la carga y el estrés, así como otros síntomas relacionados, como dificultad para concentrarse, pérdida de sueño, irritabilidad y sentimientos de angustia. Este riesgo fue mayor entre las mujeres, y especialmente las más jóvenes y las que tenían dificultades económicas. Aunque desde hace tiempo se sabe que las mujeres cuidadoras experimentan una peor salud mental y física, los datos muestran que este patrón persiste, y que probablemente ha empeorado durante la pandemia. También se ha observado que las mujeres sufrieron más aislamiento social, soledad y estrés financiero. No obstante, muchos estudios se ven limitados por la falta de desagregación por sexo de los datos y el inexistente análisis de género. En el contexto español, los primeros datos del estudio CUIDAR-SE III5 , recogidos entre febrero y abril de 2021 con información de personas adultas cuidadoras de dependientes, muestran diferencias significativas por sexo en varios indicadores de los cuidados que prestan y una importante brecha de género en salud percibida: el 45% de mujeres indicaba que su salud era mala, frente al 30% de hombres.

¿Qué puede ocurrir con los cuidados después de la pandemia?

La pandemia está provocando una “crisis de crisis” que entraña riesgos, y tendrá repercusiones a medio y largo plazo para la vida y la salud de las mujeres que cuidan: peor salud física y mental, debido a la sobrecarga y el estrés derivado de los cuidados; riesgos para la salud de la doble presencia, agravados en mujeres que asumen un papel de cuidadoras tanto en sus actividades laborales como en las no remuneradas; consecuencias en otras esferas de la vida, laborales, económicas, uso del tiempo propio, relaciones sociales y familiares… La pandemia también entraña riesgos de retroceso en igualdad: las crisis son tiempos difíciles para la equidad de género (entre otras) y las epidemias agravan las desigualdades ya existentes. La refamiliarización de los cuidados y la expulsión de miles de mujeres del mercado laboral pondrá en riesgo los avances conseguidos hasta ahora. 

Pero esta crisis puede ser también una gran oportunidad para poner realmente los cuidados en el centro, para trabajar en algunos retos pendientes que trasciendan a la pandemia y eviten retrocesos en igualdad: 

  • Reconocer el valor de los cuidados, tanto los no remunerados como los profesionales, incorporando el enfoque de género de manera transversal. Esto implica reivindicar el valor del trabajo no remunerado de las mujeres que cuidan como un importante activo en salud, también durante la pandemia. 
  • Avanzar en el desarrollo de un sistema estatal de cuidados, más allá de la situación de pandemia, resulta hoy más urgente que nunca. Incluye ampliar la cobertura de servicios públicos para atender las necesidades de las personas que requieren cuidados y de las que cuidan, y considerarlos esenciales en situaciones de emergencia social como la vivida con la pandemia. 
  • Redistribuir y democratizar los cuidados. Esto supone, entre otras medidas, incrementar la implicación de los hombres, así como acciones para evitar que la sobrecarga de cuidar recaiga nuevamente, de manera desigual, sobre los hombros de las mujeres.
  • Considerar a las mujeres cuidadoras informales como un colectivo especialmente vulnerable a sufrir consecuencias negativas sobre su salud física y mental durante esta pandemia, al que se deben dirigir medidas económicas, sociales y sanitarias específicas. 

BIBLIOGRAFÍA

  1. Peña-Longobardo, Luz María; Oliva-Moreno, Juan. The economic value of non-professional care: A Europe-wide analysis. Int J Health Policy Manag 2021; x(x): x-x.doi:10.34172/ijhpm.2021.149 
  2. Peña-Longobardo, Luz María; del Río-Lozano, María; Oliva-Moreno, Juan; Larrañaga-Padilla, Isabel; García-Calvente, María del Mar. Health, Work, and Social Problems in Spanish Informal Caregivers: Does gender matter? (The CUIDAR-SE Study). Int J Environ Res Public Health. 2021 Jul 8;18(14):7332. doi: 10.3390/ijerph18147332. 
  3. Del Río-Lozano, María; García-Calvente, María del Mar; Calle, Jesús; Machón, Mónica; Larrañaga, Isabel. Health-related quality of life in Spanish informal caregivers: gender differences and support received. Quality of Life Research. 2017; 26 (12): 3227-3238 .doi: 10.1007/s11136-017-1678-2.
  4. Lorenz-Dant, Klara; Comas-Herrera, Adelina. The Impacts of COVID-19 on Unpaid Carers of Adults with Long-Term Care Needs and Measures to Address these Impacts: A Rapid Review of Evidence up to November 2020. Journal of Long-Term Care 2021; 2021:124-53. doi: http://doi.org/10.31389/jltc.76.
  5. Proyecto CUIDAR-SE: Estudio de seguimiento de la salud y la calidad de vida de mujeres y hombres cuidadores en Andalucía y País Vasco. Financiado por el Instituto de Salud Carlos III y Fondos FEDER (PI12/00498; PI16/00207; PI19/00446). 

Maria del Río Lozano

Doctora en Sociología, experta en Género y Salud. Coordinadora del Diploma de Especialización en Género y Salud (EASP/UGR). Co-investigadora principal del proyecto CUIDAR-SE (ISCIII). Escuela Andaluza de Salud Pública

María del Mar García Calvente

Doctora en Medicina, especialista en Salud Pública. Directora del Diploma de Especialización en Género y Salud (EASP/UGR). Investigadora principal del proyecto CUIDAR-SE (ISCIII).Escuela Andaluza de Salud Pública