La pornografia y los derechos humanos de las mujeres

Este artículo refleja algunos resultados de una investigación llevada a cabo desde el año 2015 hasta el 2020 para la tesis doctoral titulada “La reproducción de la violencia sexual en las sociedades formalmente igualitarias: un análisis filosófico de la cultura de la violación actual a través de los discursos y el imaginario de la pornografía”.

En ese trabajo de investigación se ha analizado cómo la pornografía colabora en la reproducción de la violencia sexual contra mujeres y niñas en tanto que se ha convertido en un elemento fundamental en la construcción del deseo sexual masculino. Socialmente se considera que lo que la pornografía está mostrando es, simplemente, sexo explícito. Tras haber realizado un trabajo de campo consistente en visualizar y analizar gran parte de los vídeos más vistos en las páginas de pornografía más visitadas, fue necesario plantear ciertas preguntas:

• ¿Cuál es el esquema de relación entre hombres y mujeres que presenta la pornografía?
• ¿Qué tipo de situaciones parten de este esquema?
• ¿A qué responde que se considere que la pornografía muestra sexo explícito y qué consecuencias tiene esta idea?

El esquema básico de la pornografía


En la pornografía, el hombre es el sujeto; un sujeto que tiene deseos sexuales. La norma central de la pornografía, que siempre se cumple, es que el varón va a satisfacer sus deseos accediendo para ello al cuerpo de una mujer o niña. Durante el tiempo en que se llevó a cabo esta investigación, no se encontró ni un solo vídeo en que cualquier deseo de los varones no se viera satisfecho por medio de su acceso al cuerpo de una mujer o niña.

En la pornografía, mujeres y niñas están absolutamente cosificadas y deshumanizadas: son el objeto que los varones utilizan para satisfacer sus propios deseos. El deseo y el consentimiento de las mujeres no es relevante. Tampoco lo es la ausencia de deseo y consentimiento por su parte: durante el tiempo en que se llevó a cabo esta investigación, no se encontró ni un solo vídeo en que las mujeres dijeran que no querían que el varón accediera a sus cuerpos para realizar esa práctica que él deseaba, y ese “no” fuera respetado; pero sí se encontraron muchos vídeos en que las mujeres decían que no querían que el varón accediera a sus cuerpos. La pornografía, desde su esquema más básico, manda un mensaje muy claro: el “no” de las mujeres no tiene que ser respetado. Así, niega el derecho de las mujeres a poner límites en lo relativo al acceso masculino a sus cuerpos.

Una pregunta relevante que se planteó a raíz de esta constatación fue la siguiente: si, finalmente, los varones siempre van a satisfacer sus deseos accediendo para ello los cuerpos de las mujeres, ¿por qué la pornografía deja claro tan habitualmente que ellas no quieren? Si la pornografía tratase sobre sexo, ¿no sería esperable que mostrara situaciones en que todas las personas desean las prácticas que van a realizarse y las disfrutan? Ese “no” de las mujeres, tan habitual en la pornografía, cumple una función política: permite a los varones no respetar ese límite, obteniendo la sensación de superioridad de poder a la que, en un patriarcado, va vinculada la excitación masculina. La pornografía presenta la falta de deseo y consentimiento de las mujeres como algo sexualmente excitante para los varones, pues les permite no respetarla en tanto que límite, poniendo la satisfacción de sus deseos por encima de los derechos humanos de las mujeres.

Así, el esquema de relación entre hombres y mujeres que muestra la pornografía es un esquema en que el varón es el sujeto y la mujer o niña es el objeto; en que el varón siempre va a satisfacer su deseo accediendo para ello al cuerpo de una mujer, independientemente de que ella no lo desee, no dé su consentimiento o sea menor. Lo que muestra la pornografía, por tanto, no es sexo, pues en la pornografía las mujeres no tienen derecho a poner límites. Las prácticas que muestra están íntimamente vinculadas a la desigualdad de poder, a la superioridad de los varones sobre las mujeres y al ejercicio de diversos niveles de violencia contra ellas.

La pornografía responde y reproduce un pilar fundamental del patriarcado: la idea de que los varones tienen derecho a acceder a los cuerpos de mujeres y niñas si ellos lo desean. Este principio supone una negación directa del derecho humano de mujeres y niñas a una vida libre de violencia. Es relevante comprender que, en este terreno, lo que está en juego es si vamos a llamar sexo a la violencia contra mujeres y niñas debido a que a los varones les excite; lo que está en juego es si el deseo de los hombres de acceder a los cuerpos de mujeres y niñas está por encima del derecho de estas a poner límites, que sean respetados, en lo relativo al acceso de los hombres a sus cuerpos; lo que está en juego es en qué medida mujeres y niñas son seres humanos con derechos humanos.

Una segunda pregunta de este trabajo de investigación fue la siguiente: ¿qué sucede en la pornografía cuando las mujeres expresan que no quieren que los varones accedan a sus cuerpos y, pese a ello, los varones lo hacen? En otras palabras: ¿qué sucede cuando la pornografía muestra violencia sexual? La pornografía pone en juego dos mecanismos diferentes: o bien invisibiliza la violencia sexual en tanto que violencia, normalizándola como si fuera sexo y erotizándola; o bien muestra la violencia sexual erotizándola en tanto que violencia. Ambos mecanismos colaboran directamente en la reproducción de la violencia sexual.

La invisibilización de la violencia sexualy su normalización y erotización como si fuera sexo

En la cultura de la violación actual, todavía se considera que la ausencia de resistencia activa de una mujer ante una práctica sexual es equivalente a su consentimiento, y ese supuesto consentimiento se considera suficiente como para afirmar que dicha práctica es sexo, y no violencia sexual. Así, si una mujer no llora, no grita, o no intenta defenderse, se considera que esa situación no es violencia sexual, sino sexo.

Un esquema que se repite muy habitualmente en los vídeos pornográficos más vistos es el siguiente: un varón desea realizar una práctica sexual con una mujer, y ella expresa que no quiere. Tras esa negativa, él ejerce algún tipo de presión, coacción o chantaje que hace que ella acabe accediendo. Las prácticas que suceden a continuación no son sexo, sino que son violencia sexual, pues no se cuenta con el deseo de la mujer y su consentimiento ha sido obtenido de manera forzada.

¿Qué se observa en el vídeo? Cuando comienzan esas prácticas, las mujeres se comportan de manera pasiva, sin implicarse y sin mostrar estar obteniendo ningún tipo de placer; pero, según avanza el vídeo, llega un momento en que comienzan a participar activamente en las prácticas y a mostrar estar sintiendo placer en la realización de las mismas. De esta manera, el consumidor capta que esas prácticas son sexo, no violencia sexual, pues no solo no se observa ningún tipo de resistencia activa por parte de las mujeres sino que se observa su participación activa y su placer. Este esquema se repite constantemente en los vídeos pornográficos más vistos. Con ellos, los varones aprenden que, cuando una mujer dice “no”, no lo dice porque no quiera, sino porque “se está haciendo la difícil” pero, “en el fondo, lo está deseando”. Estos vídeos transmiten que el “no” de una mujer, en realidad, no significa “no”; que se puede convertir en un “sí” por medio de la presión y que eso no hace que la situación sea violencia sexual.

La violencia sexual también se invisibiliza en tanto que violencia, normalizándose como si fuera sexo, en los vídeos en que las mujeres están ebrias o drogadas y los varones aprovechan para realizar prácticas que ellas han expresado que no querían realizar, o en los vídeos en que las mujeres están dormidas o inconscientes: al no observarse ningún tipo de resistencia activa por parte de las mujeres, estas situaciones se comprenden como sexo, y no como violencia sexual. De esta manera, la pornografía transmite que diversos tipos de violencia sexual son sexo, y no violencia; y los hombres, socializados en la pornografía, aprenden a vivir como sexo
muchas situaciones que son violencia sexual, por lo que pueden ejercerla sin ser conscientes de que están ejerciendo violencia. Así, la pornografía invisibiliza la violencia sexual en tanto que violencia y la presenta como si fuera, simplemente, sexo, colaborando con su normalización y erotización y, finalmente, con su reproducción.

La erotización de la violencia sexual en tanto que
violencia

Este segundo mecanismo se pone en juego cuando la pornografía muestra situaciones que son violencia sexual tal y como socialmente se considera que es la violencia sexual: mostrando a una mujer que llora, que grita, que intenta defenderse. El consumo de este tipo de pornografía no es minoritario: el vídeo más visto en la página de pornografía más visitada a día 03/05/2019, que tenía 225.784.374 visualizaciones, es un vídeo de una violación colectiva de cuatro hombres a una mujer, en que ella llora, grita, e intenta escapar y en que ellos ríen, la golpean, la escupen, la sujetan y se turnan para penetrarla vaginal, anal y bucalmente. El siguiente vídeo más
visto tenía menos de la mitad de visualizaciones.

Mónica Alario Gavilán

Doctora internacional en estudios interdisciplinares de género

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