Cosas que nos pasan: hablo con mi hijo

Hablo con mi hijo de los entresijos de la crianza: de libros sobre el desarrollo del bebé, de sus dudas sobre qué y cómo hacer esto y lo otro, de los cambios que la paternidad está operando en él, en su perspectiva de la vida, en su perspectiva sobre sí mismo. Hablo con él de estas cosas con naturalidad, porque es nuestra forma de conversar desde hace tiempo, en pie de igualdad: es un adulto y como tal me parece que a veces yo sé más que él sobre algo y a veces él me muestra algo que yo no sabía.

Me habla de la clausura de la etapa de juventud con su desorientación y sus heridas abiertas, de la necesidad de tomar las riendas, de empezar una nueva vida ahora que una vida nueva crece ante de sus ojos, entre sus brazos, en el centro de su propia vida. Vuelvo a pensar lo que descubrí cuando él nació, que la maternidad-paternidad, si la puedes aprovechar, es una segunda oportunidad, es como una mudanza, una oportunidad de cambiar muebles, tirar trastos, habitar otras paredes, cambiar de vistas.

Hablo con él de estas cosas y a la vez no dejo de tener entrañablemente presente aquella época en que era yo la que buscaba libros sobre bebés y la que me hacía todas esas preguntas y observaba con sorpresa los cambios que la maternidad provocaba en mi forma de ver la vida y de verme a mí. Vivo este presente con naturalidad y a la vez con la sensación de algo extraordinario. Él era el objeto de mis cavilaciones y mi entusiasmo y ahora es él quien me habla de eso mismo.

Una vez más me doy cuenta de que cuanto más intensa es la vivencia menos le afecta el paso del tiempo, más se resiste a convertirse en pasado, más permanece en un presente flotante, permanente. Mientras hablamos, ese pasado que no pasa se proyecta en la habitación, nos envuelve aunque sólo yo pueda verlo. Mientras hablamos, hay dos criaturas pequeñas deambulando a nuestro alrededor.

Margarita López Carrillo

Activista feminista de salud