Mujeres y Salud - Revista de comunicación cientifica para mujeres
 
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Mi experiencia
Elisa Pons Vich, Marratxi, 17 de diciembre de 2005

Escribir sobre mi experiencia personal como afectada de cáncer de mama… ¡Qué difícil! Qué cantidad de sentimientos y situaciones contradictorias he vivido desde el mes de Octubre de 2003, fecha del diagnóstico.

¿Situación personal? 38 años, casada, 4 hijos de 11 y 9 años y dos mellizos de 15 meses, en excedencia por cuidado de hijos, y en un momento de mi vida bastante bueno y de sosiego pero…¿qué importa eso cuándo te dan la noticia?. En el preciso momento pensé que no era justo, que por qué yo, que a qué venía eso ahora, que no era el momento, que… pero en realidad poco me duró esta reflexión ya que creo que nunca es el momento, ni es justo para nadie. Que, malo si tienes hijos y malo si no los tienes, malo si eres joven y malo si no lo eres tanto…

Se vive una situación en la que toca asimilar las “noticias” por momentos, una va buscando en sí misma un rincón en el que todo debe tener cabida. Primero asimilar el diagnóstico: “es un cáncer”. Luego pasar por el calvario de las pruebas de extensión y la cruel espera de más o menos 3 semanas para saber si hay o no metástasis a otros órganos. Después a ver qué cirugía proponen los especialistas, si conservadora, si radical, si tumorectomía…

Fue un poco surrealista todo, a medida que me iban dado los resultados de las pruebas de extensión daba gracias a no sé quién de que el tumor estuviera localizado. Cuando me dijeron que proponían cirugía conservadora, también debía estar contenta por no perder la mama. Después de la operación, propuesta de tratamiento: 7 meses de quimioterapia y 45 sesiones de radioterapia.

Para mí empezaba en ese momento una prueba de fuego. Decidí que tenía que ser capaz de superar el tratamiento con la mayor entereza posible y sin que la vida familiar se tambaleara lo más mínimo por ello. ¡¡Craso error por mi parte!!

Expliqué a mis hijos mayores más o menos lo que ocurría y les pedí colaboración durante el tratamiento. También, mal. Nunca les agradeceré lo suficiente la madurez que demostraron ambos. Trajeron mejores notas que nunca. Su comportamiento en casa era inmejorable y en el colegio también, pero luego, después de mucho tiempo supe que estuvieron tristes y que tuvieron mucho miedo de perderme pero no lo demostraban. Ahí aprendí una lección con ayuda de una psicóloga que tuvo que tratar a uno de los dos: no hay que reprimir los sentimientos delante de los hijos porque nos conocen tanto como nosotros a ellos, no pasa nada si nos ven llorar, sufrir las consecuencias de la quimioterapia, nuestro propio miedo, etc…

En cuanto a los peques, no podía soportar no estar ahí en esos momentos en los que yo pensaba que tanto me necesitaban y, además, no permití casi nunca que se los llevaran para yo descansar y reponerme porque en el fondo tenía miedo de perder tiempo, tiempo para verles, para mirarles, para darles de comer, levantarles por la mañana, acostarles por la noche, por si acaso…

No sé si ahora haría lo mismo; en ese momento pensé que era lo mejor: que nuestra vida no debía tambalearse por un tratamiento. Mi estado de ánimo siempre fue positivo y no recuerdo quejarme abiertamente nunca. La fuerza que me daban mis hijos y la que ellos requerían de mí hizo que sobrellevara dignamente el tratamiento y sus consecuencias, debo reconocer que al final no podía más. Mi familia estuvo en todo momento muy cerca de mí apoyándome y mi marido aguantando también el tirón en silencio. ¡Que duro se hace el silencio de quien sufre!

A nivel de asistencia tengo el deber de decir que tuve un equipo excepcional, el del Hospital Materno Infantil de Son Dureta (En Mallorca). No me cansaré de decir que todo el personal de la 8ª planta de este hospital se convirtió desde el primer momento en una parte imprescindible para mi recuperación tanto física como psicológica. Desde los médicos, enfermeras, auxiliares, personal de limpieza…

También otras mujeres con quienes coincidía en las sesiones de quimioterapia se convirtieron en muchas ocasiones en un apoyo muy importante y con alguna de ellas conservo una muy buena relación. Ahora, algunas estamos unidas en un objetivo común, la lucha por una Unidad de Mama en el Hospital de Son Dureta y hemos fundado con otras mujeres la ASSOCIACIO DE DONES DE LES ILLES BALEARS PER A LA SALUT (ADIBS) convencidas de que lo vamos a conseguir.

¿Qué me queda de esa experiencia, de este tropiezo en un escalón de mi vida? Pues todo, una visión absolutamente diferente de la vida, pasión por mis hijos y por verles crecer, pelear, reir, llorar,… disfrutar de las pequeñas cosas, ¡Paso de discusiones banales!.

No me he reincorporado a mi trabajo porque quiero aprovechar todo el tiempo del mundo. Creo en la labor de las entidades ciudadanas y en el movimiento asociativo y dedico el tiempo libre que me queda a colaborar en la Junta Directiva de la Asociación de Vecinos de mi pueblo y también en la Federación de Asociaciones de Vecinos de mi municipio y por supuesto en la ADIBS.

Si, vivimos con la espada de Damocles sobre nuestra nuca y debemos pasar las revisiones cada 6 meses, otra vez pruebas, analíticas, mamografías, radiografías y, si hay suerte, hasta dentro de 6 meses. Pero, en nuestra sociedad muchas personas viven situaciones difíciles; en realidad todos tenemos el riesgo de sufrir algún incidente que ponga en peligro nuestra integridad, lo que ocurre es que no tenemos consciencia de ello. No quisiera terminar sin manifestar mi solidaridad a todas las mujeres que han padecido o padecen un cáncer de mama cuya experiencia las hace sin duda especiales para quienes las rodean.

 

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