Ya no es un rumor. España se está transformando en sede europea del turismo reproductivo. Miles de mujeres europeas acuden a clínicas españolas a buscar óvulos. Las páginas webs de ciertas clínicas parecen agencias de viaje con todo incluído: hoteles de lujo, vistas despejadas y óvulos de primera.
La legislación restrictiva de sus países mueve especialmente a alemanas e italianas hacia nuestro país en busca de productos “prohibidos” en los suyos.

La pregunta es: ¿de dónde salen tantos óvulos?. ¿Tantos como para que las clínicas puedan ofrecer que la donante tenga rasgos compatibles con los receptores?. Nuestra ley, recientemente aprobada, teóricamente, prohibe la venta de material reproductivo pero, hecha la ley, hecha la trampa, puesto que permite una compensación de 600 euros “por las molestias”. Lo que no suelen saber las jóvenes candidatas es hasta donde llegan “las molestias” de los tratamientos ni los efectos secundarios a medio y largo plazo conocidos y desconocidos de los shocks hormonales que reciben, ni los efectos sobre su propia fertilidad futura. La s mujeres tienen un número limitado de óvulos y la donación de éstos precisa de intensa atención médica: tres inyecciones diarias de hormonas, análisis de sangre semanales, ecografías periódicas, medicación y vida sana.

Las jóvenes no están sobradas de trabajo y en muchos casos las clínicas sobrepasan el tope establecido por la ley y anuncian directamente una compensación de 900 Euros. Qué más da: se lo pueden permitir porque luego, los cobran a precio de oro. La nueva ley traerá consigo la creación de un Registro Nacional de Donantes de Óvulos y las donaciones de esperma y ovocitos seguirán siendo confidenciales aunque la confidencialidad parece, en este caso, sinónimo de invisibilidad. Ninguna preocupación por su salud. Ningún estudio de efectos a largo plazo. Como si donar óvulos fuera tan sencillo y exento de riesgos como donar esperma.