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Las virtudes del magnesio
Pilar Parra, Bióloga, experta en Nutrición CAPS

Mientras nos creemos protegidos por el escudo de la juventud nunca nos preocupamos por la calidad de nuestra nutrición. Consumimos la maravillosa dieta mediterránea que nuestras madres (esas abnegadas y sacrificadas madres de antes) ponen a nuestra disposición en la mayoría de hogares españoles.

Cuando llegamos a la edad mediana, los kilos se van depositando lenta pero inexorablemente, y empiezan a surgir problemillas de salud; regulamos esa dieta que ha dejado de funcionar y adoptamos la clásica dieta ligera y sana, mucha verdura y fruta, un poco de pasta y arroz, pescado, poca carne, etc. Creemos que con una alimentación de este tipo, no tendremos ningún tipo de carencia, pues si la dieta occidental tiene alguna característica son sus excesos, no sus carencias. Pero con el tiempo empiezan a hacerse patente esas carencias en nuestra salud y muy pocas veces se estudian en la medicina tradicional como posibles causas de las enfermedades que vamos desarrollando; sería bueno que empezáramos a pensar que tal vez nuestra dieta no sea tan perfecta y que es posible que muchos de los problemas de salud crónicos que sufrimos y que aumentan a una velocidad exponencial, pueden ser estados carenciales subclínicos que con los años pueden llevarnos a situaciones clínicas, sin que la mayoría de especialistas en salud le dé importancia a la nutrición, como la mejor medida de prevención para conservar nuestra salud.

Una carencia en nuestra dieta

¿Qué es lo que puede fallar en una dieta como la nuestra, considerada como sana y completa por los estamentos nutricionales?. Decidí indagar qué estaba pasando en nuestra alimentación y en los últimos años he dedicado mi esfuerzo a ello. En ese interesante proceso, en el que nunca acabas de aprender ni de sorprenderte por las evidencias de lo que vas encontrando, he tenido la gran suerte de conocer a una dietista que lleva treinta años esforzándose por solucionar nuestros problemas de salud relacionados con la dieta, Ana Mª Lajusticia, que ha puesto a mi alcance sus amplios conocimientos y me ha abierto nuevos y valiosos caminos en este campo. Algún día, espero que no muy lejano, tendremos que reconocer la importante aportación de la doctora Lajusticia a la idea de nutrición correcta, aportaciones basadas en sus amplios conocimientos en campos que van desde la Geología hasta la Bioquímica, Medicina y Genética Molecular.

Podríamos hablar de muchos factores de la dieta y de muchas carencias que se van poniendo en evidencia conforme la ciencia investiga, pero me voy a centrar en una de las más, si no la más importante que sufrimos todos los humanos que vivimos en el mundo “desarrollado”, la carencia de magnesio.

El papel que tiene este mineral en el organismo humano no ha sido conocido hasta la década de los setenta del siglo pasado, debido a los problemas para su análisis y cuantifi cación en los laboratorios; una vez conseguido un método más o menos exacto, investigadores franceses, alemanes y norteamericanos inundaron las revistas científicas con artículos sobre el magnesio, sus propiedades y mecanismos de acción y los problemas derivados de su carencia, hasta el punto de crearse una nueva revista (Magnesium) para recoger todos los trabajos sobre el magnesio.

Lo que se ha puesto en evidencia con todos estos trabajos es una situación en cierto modo nueva en la historia de la Humanidad, y es que los suelos de labor cada vez son más pobres en magnesio, porque durante el siglo XX se han utilizado abonos químicos como fertilizantes. Estos, a diferencia de los orgánicos, como el guano y el estiércol, no aportan magnesio a la tierra, por lo que los terrenos han ido empobreciéndose, paulatinamente, en este elemento; aún es más, durante el pasado siglo el ritmo de cosechas de cereales, por ejemplo, se multiplicó por cuatro, lo que aceleró el proceso. Sólo donde hay suelos dolomíticos (antiguos fondos marinos que emergieron durante los procesos de formación de montañas, en la Era Terciaria), como zonas de Persia, Armenia, los Cárpatos y los Andes, donde además se daba una concentración alta de ciertos crustáceos y dolomitas, no faltará este elemento, pues el mar tiene una concentración muy alta de sales de magnesio. También hemos eliminado el consumo de sales marinas gruesas que eran muy húmedas y ahora utilizamos sales refinadas a las que se les ha extraído el cloruro magnésico para solucionar el problema de la humedad.

Para agravar el problema, los fertilizantes químicos son ricos en calcio y potasio, que son antagonistas químicos del magnesio a la hora de la absorción de minerales por las raíces de las plantas.

Expertos de USA, Francia y otros países consideran que la dieta actual apenas nos suministra la mitad del magnesio del que se tomaba a principios del siglo pasado.

Los alimentos más ricos en magnesio son, por este orden: cacao, almendras, harina de soja, cacahuetes, judías blancas y otras legumbres, chocolate amargo, pan integral, copos de avena, avellanas y nueces, harinas completas, ciertas gambas, etc.

El papel del magnesio en el organismo

Una vez conscientes del problema de la falta de magnesio en los alimentos que tomamos, ¿qué papel desarrolla el magnesio en nuestro organismo?, lo podemos resumir en tres apartados:

a) Interviene en todas las síntesis (o sea, fabricación de compuestos), formando complejos con moléculas de alta energía, especialmente ATP (adenosin trifosfato). Como por ejemplo, formación de neurotransmisores y neuromoduladores, síntesis de enzimas, anticuerpos, hormonas, reparación de tejidos y réplica y transcripción del código genético en la síntesis de proteínas.

b) También interviene en la permeabilidad de las membranas celulares para ciertos nutrientes y minerales, en lo que se llama transporte activo a través de membranas, en colaboración con el ATP.

c) Como consecuencia de lo anterior, interviene en la relajación muscular, incluído el funcionamiento del músculo cardíaco,y en la transmisión de la corriente nerviosa, porque permite la repolarización de las neuronas y el mantenimiento de su potencial de acción.

Se puede decir que el magnesio interviene en todas las reacciones químicas que se hacen con gasto de energía.

Cuando falta magnesio

Teniendo en cuenta la enorme cantidad de funciones orgánicas en las que interviene este elemento, su deficiencia produce gran variedad de trastornos, problemas e incluso enfermedades:

  • Físicos: Fatiga constante, síndrome premenstrual (el magnesio interactúa con la Vitamina B6 para reducir los excesos de estrógeno y es esencial como cofactor en el metabolismo de los ácidos grasos, que median en la infl amación); hormigueos, calambres, dolores musculares, párpados que laten, pinchazos en la región precordial, taquicardias y extrasístoles, despertarse en la noche con la sensación de dar un salto o caerse de la cama o de dar patadas, espasmos en la laringe, opresión torácica. Los espasmos alcanzan los vasos sanguíneos tanto del cerebro (migrañas) como de la retina o de las coronarias, provocando subidas de tensión que muy frecuentemente presentan la mínima alta; retención de fluidos, estreñimiento, malas digestiones, caída de cabello, exfoliación o separación de las uñas, problemas con las encías, aparición de cristales o arenillas de oxalato cálcico en la orina, vulnerabilidad frente a las infecciones, desgaste de los discos intervertebrales y, uno de los más extendidos, artrosis con descalcificación. La Dra. Lajusticia señala también una clara relación entre mayor incidencia de cánceres y de arterioesclerosis y terrenos agrarios de mayor pobreza en este elemento.
  • Psicológicos: Se ha utilizado en numerosos estudios con muy buenos resultados para solventar problemas de irritabilidad, ansiedad y depresión; hiperactividad en niños, insomnio sobre todo en la segunda parte de la noche.

Conclusión

No se trata de utilizar el magnesio como comodín del origen de todas las enfermedades que nos acechan, sino de conocer la explicación bioquímica de los mecanismos de acción de este mineral para poder establecer la relación de los trastornos enumerados anteriormente y su déficit, y de, en benefi cio de nuestra salud presente y futura, suplementar nuestra dieta con este mineral, siguiendo las indicaciones de un terapeuta nutricional.

BIBLIOGRAFÍA

- La alimentación equilibrada en la vida moderna. Ana Ma Lajusticia. Editorial Edaf (2005).
- Vencer la osteoporosis. Ana Ma Lajusticia. Editorial Edaf (2005)
- El magnesio, clave para la salud. Ana Ma Lajusticia. Editorial Edaf (2005).
- Los problemas del adulto. Ana Ma Lajusticia. Editorial Edaf (2005).
- Nutrición óptima para la mente. Patrick Holford. Editorial Robin Book (2005).
- La alimentación, la 3a medicina. Jean Seignalet. Editorial RBA Integral (2004).
- Vitamins, minerals & herbal supplements. Sarah Brewer. Editorial Robinson (2002).
- La alimentación como medicina. Dharma Singh Khalsa. Editorial Urano (2004).

 

 

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