Mujeres y Salud - Revista de comunicación cientifica para mujeres
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¿Consentimiento informado? ¿Qué es eso?
Paulina Austerra, Activista feminista de salud

Hoy la portera de mi casa me ha comentado que tiene esta tarde una visita con el médico en un hospital importante de esta ciudad (Barcelona) pero que tiene miedo de ir. Y cuando le he preguntado por qué tiene miedo me ha contado lo siguiente:Hace diez años le quitaron el útero y desde entonces toma unas pastillas (que al principio eran parches y luego, pastillas) que no sabe lo que son pero que el médico le dijo que antes dejara de comer que de tomárselas. Como, además, le hacen un revisión cada seis meses, ella creía hasta hace poco que todo eso, el tratamiento y los análisis, se debía, aunque nadie se lo había dicho, a que tenía una enfermedad crónica. Otro dato extraño, que le hacía pensar que le pasaba algo que no le contaban, es que hace paco el médico llamó a su marido para pedirle autorización para extraerle (a ella) un poco de hueso. ¡A su marido!

Juro que todo cuanto estoy contando es cierto, si no fuera por que la discreción me obliga, os diría “preguntarle a ella”.

Mi conocimiento de la polémica terapia hormonal sustitutiva me hizo comprender que lo más seguro era que mi portera estuviera tomando estrógenos y no me extrañó, a pesar del Women Health Initiative muchos ginecólogos los siguen recetando.Lo que me dejó helada fue la sospecha de que llevaba diez años participando en un estudio sin saberlo, lo que equivale a decir, sin su consentimiento (aunque era bastante probable que hubiera firmado algo en algún momento sin comprender su significado).

Pues bien, cierto día, esta mujer -cincuenta y tanto años, emigrante, con una inteligencia normal y una formación superior a la que su trabajo requiere, precisamente por ser emigrante- se fue de viaje a su país, Colombia, donde empezó a dolerle una rodilla. El médico que la atendió le preguntó que si tomaba algún medicamento y ella le enseñó la caja de sus pastillas que siempre llevaba encima. Resultó que aquel médico “tercermundista” estaba al día y le recomendó que acudiera a su médico al volver a España para que le retirara el tratamiento, que ya no se aconsejaba tomarlo, que había salido un estudio en EEUU que reflejaba que era perjudicial, etc .., además de explicarle por qué se lo habían estado administrando. Ella no esperó a volver a Barcelona, dejó las pastillas en cuanto salió por la puerta, pensó que a ver si ahora que sabía que no le estaban curando de ninguna hipotética enfermedad iba a acabar teniendo una real por culpa de ellas.

De eso hace tres meses y hoy le toca su visita semestral al hospital y tiene miedo de decirle a su médico que ha dejado de tomar las pastillas por su cuenta.

En fin, mucho me temo que mi portera no sea un caso excepcional. Todo esto da mucho qué pensar y preguntarse: cómo se recluta a las pacientes para los estudios; si es pensable semejante grado de utilización con pacientes hombres; cómo el poder despótico de los médicos es ejercido ante la sumisión de las pacientes que no osan siquiera preguntar qué tienen y por qué toman lo que toman…

Escandaloso.

 

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