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�VIOLENCIA DOM�STICA O VIOLENCIA
DE G�NERO?
<Ana
Mª Pérez del Campo>
Las palabras tienen
su significado para expresar y conceptuar la acci�n. A los atentados
que el hombre comete contra la mujer de forma indiscriminada y aleatoria,
o sea, agredi�ndola por el hecho de ser mujer, se le est� llamando
violencia dom�stica. Pero tal denominaci�n es inadecuada. Se le llama
violencia "dom�stica", porque tales hechos luctuosos sol�an ocurrir
hasta ahora tras de las paredes del hogar familiar.
Ahora, sin embargo, basta abrir cada ma�ana las p�ginas de los peri�dicos
para comprobar que tales atentados se suelen perpetrar fuera de casa,
con motivo de ir la mujer a la compra o en mitad de la calle que la
conduce al lugar de su trabajo.
Adem�s, estos actos de violencia del hombre contra la mujer se escudaban,
desde el punto de vista de la sociedad, en el siglo sacrosanto del
respeto a la intimidad de la familia, en el car�cter privado e inaccesible
del hogar; un falso concepto de la privacidad, que ha permitido se
siga considerando como algo "natural" y no como las conductas verdaderamente
delictivas que son, las agresiones f�sicas, el maltrato psicol�gico
y la imposici�n del terror de puertas para dentro de la casa. Pues
los delitos, aunque se amparen en la clandestinidad dom�stica, siempre
ser�n p�blicos, en cuanto que ata�en a la sociedad all� donde se cometan.
Finalmente, el r�tulo de "violencia dom�stica" parece que trata de
desviar la responsabilidad hacia el marco y el �mbito dom�stico en
el que los hechos se cometen; siendo as� que la violencia est� en
la persona del maltratador y no en el lugar en que aquella se comete.
Todo ello tiene una explicaci�n. Y es que la causa �ltima y la ra�z
de esa violencia es de �ndole ideol�gica y ancestral. Obedece a la
cultura de los mitos que tejieron el entramado del perciclitado sistema
patriarcal, estando asentada sobre ingredientes tan arcaicos y anticient�ficos
como la inferioridad biol�gica e intelectual de la mujer, su falta
de moralidad o aquel apotegma de Santo Tom�s de Aquino que calificaba
a la mujer de "ser inacabado" (por cuyo atropello y el de otros excesos
verbales de los Santos padres de la Iglesia, todav�a estamos esperando
las mujeres que se nos pide perd�n).
Fueron estas ideas, transmitidas de padres a hijos, y compartidas
por unos y otros en el ininterrumpido ejercicio como mandarines del
poder, el conocimiento y el saber, los que crearon el artificio cultural
del g�nero, es decir de la diferenciaci�n de las personas seg�n el
sexo de su referencia.
Esa, llam�mosle filosof�a - mala y proterva filosof�a- es la que sigue
pesando en la mentalidad general de la poblaci�n humana, como madre
de todas las desigualdades, discriminaciones y marginalidades que
de hecho, anacr�nicamente, todav�a se dan en disfavor de la mujer.
Pero hoy los tiempos son otros. Y las leyes han cambiado , y los Gobiernos
est�n vinculados por convenios que condenan y proscriben la desigualdad
en contra de la mujer. Por lo tanto, a la iniquidad de la violencia
sexista hay que llamarla por su nombre, sin ambages ni disimulos.
Es una violencia de g�nero, derivada de la prepotencia at�vica del
var�n sobre la mujer. Por lo tanto, dejarnos de eufemismos, y calificarla
-descalificarla- lo cual corresponde, es una responsabilidad social
y pol�tica que a todos nos concierne. Pues solamente as� se habr�
entrado en la v�a �til para confinar a la mal llamada violencia dom�stica
en el campo delictual, como subproducto inadmisible en cualquier Estado
democr�tico de derecho.
Presidenta de la Federaci�n de Mujeres Separadas y Divorciadas
de Espa�a
Ana
Mª Pérez del Campo
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