Mujeres y Salud - Revista de comunicación cientifica para mujeres
 
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¿La viva imagen de la salud?
Jo Spence (texto y fotos)

Hace tres años me diagnosticaron cáncer de mama. Como habían hecho muchas mujeres antes que yo, me sometí a la maquinaria médica y seguí el tratamiento hasta llegar a que me extirparan el bulto del pecho. Las sensaciones que me produjeron las circunstancias que rodearon este hecho fueron tan completamente negativas que sentí que, pasara lo que pasara, tenía que salirme de la cadena de producción creada por la ortodoxia médica. Y lo hice. Querría relatar aquí una historia de “y fueron felices”, pero, por desgracia, no es el caso. Sin embargo, creo que vale la pena escribir sobre lo que me ha pasado desde entonces hasta ahora. Aunque sigo teniendo un cáncer activo y mi salud general no es buena, siento que tengo más control sobre mi vida que antes.

Creo que nunca me he visto a mí misma como una persona “enferma” pero enfermedades de un tipo u otro me han perseguido la mayor parte de mi vida, sobre todos el asma, la alergia, los eczemas y la bronquitis. No parecen gran cosa, pero eran como una telenovela interminable, que aparecía con regularidad en momentos de estrés, cansancio, excesos o condiciones medioambientales extremas, y que siempre me habían tratado con fármacos o cirugía. A los veintiocho años desarrollé un bulto en el ovario (que pesaba más de seis kilos cuando me lo extrajeron) a causas de los “efectos secundarios” que me produjo un tratamiento con esteroides para el asma. Años después, me diagnosticaron cáncer de mama.

Cuando supe que tenía un cáncer de mama sentí que me habían atacado y marcado de una manera que me apartaba de la experiencia de los demás. La etiqueta de la enfermedad era equivalente a una maldición. Me fui a casa y me puse a esperar la muerte. El tratamiento que se ofrecía para ello era la mastectomía, y si era necesario otra mastectomía si el cáncer se desarrollaba en el otro pecho. Nada más y nada menos. Lo que me ocurrió no es muy diferente de lo que me ha explicado cualquier otra mujer, así que al parecer era el protocolo “normal”. Pero me resultó tan desagradable que por fin, después de discusiones de último minuto con “mi médico”, conseguí negarme a la mastectomía y que finalmente accediera a extirparme sólo el tumor, y a partir de ahí ya veríamos.

Desde entonces no he vuelto, sino que he seguido un camino que me llevó hacia la medicina alternativa. Sin embargo, a pesar de todo mi cuidado, el control de la dieta, los niveles de estrés y el estilo de vida, y siempre bajo la vigilancia del un naturópata o (más tarde) de alguien que practica la medicina china, el tumor ha vuelto a crecer en el mismo lugar de donde fue extirpado y se niega a aflojar.

Al igual que el cuerpo femenino está fragmentado y colonizado por diversos anunciantes en la búsqueda de nuevos mercados para sus productos, y por medio de la pornografía se fetichiza y se ofrece al consumo masculino, del mismo modo se establece una luchas entre competidores para su “cuidado” médico. No existe un departamento de medicina de “todo el cuerpo” en ningún hospital de los que he visitado. Este concepto es ajeno a cualquier nivel institucional, aunque algunos médicos y enfermeras, de forma individual, estén muy interesados en ese tipo de medicina. ¿Cómo, entonces, podemos vernos y sentirnos“holísticamente” cuando siempre hemos estado tratando con “trozos de cuerpo” que percibimos como deficientes de una manera y otra? En el sistema médico por el que finalmente me decidí (la medicina tradicional china), se anima al paciente a empezar a asumir alguna responsabilidad en el hecho de ponerse sano o permanecer sano.(…) La medicina tradicional china no pretende ofrecerme una “cura”, pero es una manera de tratar con la enfermedad, de mantenerla a raya o de ralentizarla. Implica cuidados y planes a largo plazo, y realizar grandes cambios en mi rutina diaria, pero no almacena toxinas en el cuerpo y moviliza los propios recursos del organismo y su sistema defensivo.

Con un cambio radical de dieta, mi larga depresión comenzó a desaparecer y mi salud general mejoró considerablemente. Perdí más de veinticuatro kilos de peso, pude respirar mejor, el asma y la alergia prácticamente desaparecieron y no tuve bronquitis al comenzar cada invierno. Me gustaría remarcar que no he encontrado ninguna prueba que contradiga la idea de que es complicado invertir el proceso del cáncer o librarse deél, y que todo lo que propongo aquí es puramente informativo y no una pauta de comportamiento para nadie. Si una mujer decide combinar tratamientos ortodoxos y complementarios, tendrá que estar bajo la supervisión de un médico. Y si, como en mi caso, existe un rechazo de la práctica médica ortodoxa, aún así es necesario tener siempre la constante supervisión de un practicante médico cualificado.

Como soy socialista apoyo la idea de un servicio nacional de salud, pero como también soy feminista lucharé junto a otras contra la medicina patriarcal que se practica actualmente en este país (Inglaterra).

Párrafos extraídos de los tres artículos publicados por Jo Spence en la revista Spare Rib en 1986.

 

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