Mujeres y Salud - Revista de comunicación cientifica para mujeres
 
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Mi historia
Anónimo

Todavía lo siento muy reciente y no me resulta fácil hablar de ello, justo ahora que ya algún día pasa sin recordarlo. Quizás también por esta razón ahora lo explico sin mucha emoción.

Todo empezó cuando noté que tenía un bulto en el pecho izquierdo. Hacía dos meses que me habían hecho una mamografía y hacía seis que había ido a una revisión con mi ginecóloga. En mi historial llevaba ya unas cuantas mamografías y nunca habían notado nada especial, aparte de decirme que tenía una mama fibrosa y que, por tanto, no se dejaba ver fácilmente. Mi ginecóloga me visitó y me derivó al ecógrafo y éste, al hospital. A partir de ahí las caras ya no eran tan confiadas. Al cabo de un par de días, me hicieron una punción, de la cual salí llorando. El médico y la enfermera insistían en que no me podía hacer daño (pues sí que me hacía). Me dijeron que tendrían los resultados en 15 días. 15 días de incertidumbre en los que todo el mundo me decía que no sería nada. En el hospital, mientras tanto, ya me daban hora para las pruebas preoperatorias, por si acaso. Yo esto no lo entendía para nada. ¿Para qué me las tienen que hacer si a lo mejor no es nada grave?. La espera se me hizo eterna y llegó el día en que me comunicaron la noticia. Tenía cáncer. Yo iba con una amiga y ella se enteró mejor de las palabras exactas que decía la médica. A mí me resonaban en el cerebro y estaba como en estado de shock. La médica dijo que había que operar, que no me quitarían todo el pecho, no sé que de los cuadrantes, que luego me harían quimioterapia, radioterapia y que para finales de año todo habría acabado. Fue difícil decírselo a mi madre, a mi familia, a mis amigas y , lo peor, a mis hijos. Casi que se enteraron más por los demás que por mí. A mí me costaba mucho pronunciar la palabrita delante de ellos. Todavía me cuesta ahora, siete meses después.

Me operaron pocos días más tarde. Dos semanas más de espera y la segunda parte: los resultados de la operación. En la operación me quitaron dos ganglios y el exámen “in situ” parecía mostrar que no estaban tocados. Los resultados de la operación fueron bastante buenos. El tumor era pequeñito, no había ganglios afectados y las expectativas, siempre según las estadísticas, eran bastante optimistas. De este momento puedo decir dos cosas contradictorias. Por un lado me vi dándome un baño de amor. Todo mi entorno me demostraba lo mucho que me quería y me ofrecía su disposición a ayudarme en todo lo que quisiera. Por otro me sentía agobiada porque el teléfono no paraba de sonar y personas, a las que no veía hacía años, me llamaban. A ratos descolgaba el teléfono, a ratos huía de mi casa.

En mi proceso personal, yo iba haciendo mi camino. Tenía miedo a morirme y dejar a mis hijos sin madre. Tenía miedo a los tratamientos, al sufrimiento, a perder mi atractivo, mi salud, mi sexualidad, hacerme vieja de golpe, perder mi capacidad de decisión. Y estaba como paralizada, perdida en un mundo nuevo.

Fui saliendo de mi confusión al hablar con otras mujeres que habían tenido cáncer de mama. Sus historias y sus voces me tranquilizaban y me hacían volver a la realidad. Y empecé a buscar información en libros y en internet. La gente me daba información sobre médicos, terapias, alimentación, páginas web, etc. Yo apuntaba todo y algunas de esas informaciones me fueron muy valiosas, otras siguen ahí, en un papel. Yo no descartaba nada y, a medida que he ido sintiendo la necesidad, las he utilizado o no. Leí un libro muy interesante sobre alimentación: “Tu vida en tus manos”, la autora, Jane Plant, era una mujer que había tenido cáncer de mama y, siguiendo sus recomendaciones, cambié mi alimentación. Dejé de comer productos lácteos y carne y pasé a comer muchas más verduras, fruta, legumbres, cereales integrales y frutos secos. Por otro lado también me planteé que quería sentirme acompañada por otra visión de la salud, diferente de la que me transmitían los médicos del hospital. Una manera de entender la salud que es la mía. Desde hace tiempo intento ser responsable y consciente de los conflictos que aparecen en mí. Ya no sé dónde empieza mi espíritu y dónde mi cuerpo o mi mente. Sé que mis conflictos tienen que ver con todo y , por supuesto, mi cuerpo es una globalidad y lo que le pasa a un brazo también afecta a mi pie. Me empecé a visitar con un médico más afín a mis ideas y abrí un proceso de reflexión personal para revisar lo que había sido mi vida, qué significaba esta crisis y decidí que, en ese contexto, no tendría reparos en dejarme ayudar por las terapias que yo considerase adecuadas.

Mientras tanto en mis visitas al hospital, yo no entendía tantas cosas....¿Por qué no me hacían más preguntas? Sobre mí, el resto de mi salud, mi alimentación, mis ideas, no sólo acerca de mi pecho izquierdo. Estaba preocupada por la poca información que tenían y cómo eso iba a afectar a su diagnóstico y tratamiento. Después de la operación, me vieron otros médicos en otro departamento del hospital. Antes, en las 5 o 6 visitas que había tenido, siempre me había visitado un médico diferente, cada uno con su estilo. La nueva médica del nuevo departamento (oncología) me dijo que tenía que hacer quimioterapia. Yo le hice muchas preguntas (a esas alturas ya tenía algo de información) y le pedí que me escribiera en un papel los medicamentos de la quimioterapia que me proponían. Ella, con batante desgana iba contestando a mis preguntas y hablando de las futuras revisiones, me dijo que debería seguir haciéndome mamografías. Yo le dije que no entendía por qué, ya que en mi caso no se había visto nada en ellas. Me dijo, en tono de reprimenda, que claro que me las haría, quisiera yo o no. Pedí un tiempo para pensar sobre la quimioterapia y aunque con veladas amenazas me dijo que OK. Pasé un tiempo difícil (un mes y medio) decidiendo qué hacer. Mi caso estaba un poco en la frontera, averigüé que en cada hospital los protocolos son distintos y que en otros hospitales de países europeos, a mí no me propondrían quimioterapia. Después de pedir otras opiniones (medicina convencional y no convencional), hablar con otras mujeres afectadas de cáncer con ideas parecidas a las mías, seguir leyendo, y atenta a mis sentimientos y emociones, decidí no hacer quimioterapia.

Fue una de las decisiones más solitarias de mi vida. Aunque en el fondo todos sabemos que no hay un tratamiento definitivo contra el cáncer y que la última decisión siempre corresponde al/la persona afectada, y aunque los y las médicas han hecho cursillos para aprender a respetar las decisiones de “sus” pacientes, en la realidad, sigue habiendo esa distancia que marca el poder .”Yo sé de lo que hablo” y “tú acabas de llegar a este mundo y no eres una experta”. No importa que lleves toda la vida en tu cuerpo y que te sientas responsable de él y que, además, mira por dónde, no quieras delegar esa responsabilidad. Tengo que decir que también me he encontrado a muchas mujeres que no quieren saber, que se sienten felices cuando otros deciden por ellas, que por no saber no saben que tamaño tiene su tumor, ni si tienen ganglios afectados, ni si hay otros tratamientos posibles.

Dejé el departamento de oncología. Por lo visto allí ya no tenían nada que proponerme. Y me mandaron a radioterapia. El radioterapeuta parecía respetuoso con mi decisión de no haber hecho quimioterapia. Pero me dijo muy contundentemente que habría que hacerme sesiones de radioterapia. Yo, como siempre, le plantée mis dudas. Cuántas sesiones, efectos secundarios, cómo sería y mi última pregunta: qué pasaba si no hacía radioterapia. Me dijo que en ese caso me mandaría al primer departamento, patología mamaria, a que me cortaran el pecho. Una respuesta digna de alguien sensible y respetuoso. Pedí un tiempo para pensar y acabé decidiendo que haría radioterapia. La hice. Durante dos meses iba cada día al hospital y, tengo que decir que el trato fue siempre correcto y amable. Incluso me encontré con la agradable sorpresa de un servició de enfermería en el que me hicieron muchas preguntas y me informaron de muchas cosas. Muchas, sin preguntar yo. Inaudito. Hasta entonces, yo sólo había sido un pecho en ese hospital y de repente era una persona con mis especificidades.

Durante este tiempo he seguido con mi alimentación, aprendiendo más y más, he seguido tratamientos naturales que me ha recomendado mi médico alternativo, o que me he recomendado yo. Estoy haciendo terapia psicológica y he hecho sesiones de diafreoterapia, que es un trabajo con el cuerpo y las emociones. He hecho reiki, meditación y mucha danza libre que me encanta. He estado mucho en contacto con la naturaleza y sobre todo con el mar. He cambiado actitudes mías y procuro estar mucho más en el presente y valorando lo que realmente tiene importancia.

Todavía tengo muchos miedos y procuro vivir lo que me viene. He aprovechado este tiempo para parar y revisar mi vida. No quiero tampoco mitificar e idealizar el cáncer como una vía para crecer. Esta sólo es mi historia y cómo yo la he vivido.

 

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