INTRODUCCIÓN
Escribo estas líneas desde la pregunta y la
reflexión y no desde las afirmaciones y las
certezas porque pienso que en el tema de la
relación entre lo mental y lo biológico en el
ser humano aún queda mucho por decir y por
investigar.
Sin embargo, el debate me parece interesante
e importante tal como se vio en el último
encuentro de la red, así que cuando me
propusieron escribir alguna cosa sobre las
infl uencias psicológicas en el cáncer de mama
acepté el reto de investigar, buscar lo que
se había dicho hasta ahora y, sobre todo,
plantearme dudas al respecto.
La realidad es que la búsqueda bibliográfi ca
no es mi fuerte, pero alguna cosa he
encontrado y os la reseño al fi nal (1). Lo que si
me he visto más capaz de hacer es transmitiros
algunas ideas con la intención de promover el
diálogo.
LO FÍSICO Y LO MENTAL
EN RELACIÓN CON LA SALUD
Desde mi perspectiva, la mente humana
está estructurada de tal forma que forma
parejas de opuestos- por ejemplo, amor/odio,
lleno/vacío- de manera que un concepto nos
ayuda a entender, a recortar el otro. Cuando
pensamos en temas de salud, una de estas
parejas es cuerpo/mente, y pensamos en
ellas oponiéndolas. Tradicionalmente, cuando
se trata de la salud/enfermedad atribuimos
al cuerpo todo lo que tiene que ver con el
funcionamiento biológico y nos parece que
podemos objetivar (analíticas, TAC, RX...),
mientras que a la mente le atribuimos a
menudo aquellas cuestiones para las que no
tenemos una explicación clara y contundente y
que más bien relacionamos con el signifi cado
de lo que no funciona. Cuando se trata de la
mente, se abre un campo importante a las
controversias.
La medicina ofi cial, predominante, siempre
ha valorado mucho lo biológico, lo
supuestamente objetivo, sin pensar que lo
objetivo siempre trae incorporado consigo una
parte subjetiva –la subjetividad del observador
o de la observadora-: se investiga en esto y
no en aquello, se establecen hipótesis desde
unos parámetros previamente establecidos.De esto las mujeres sabemos mucho porque
lo hemos sufrido en nuestros cuerpos. Esta
sobrevaloración ha llevado a considerar a
menudo que los problemas mentales no
eran problemas de los que se hubiesen de
ocupar las médicas y médicos. Estamos
acostumbradas a escuchar en las consultas “esto son los nervios” como una sentencia
defi nitiva ante la cual no hay nada que hacer.
Esta frase, además, a menudo se refi ere a
una mujer o a una dolencia que comúnmente
padecemos las mujeres. Pienso que quizás ésta
es una de les aportaciones que hemos hecho
las mujeres a los temas de salud, introducir
los aspectos mentales a nuestra manera, es
decir, no desde la “academia” sino desde
la propia vida, manifestando una y otra vez
nuestro dolor, nuestra queja en nuestro cuerpo
y haciendo ver que la “ciencia médica”,
básicamente masculina, no fuese exacta, no lo
pudiese solucionar todo y hubiera que buscar
otros caminos.
No podemos estar de acuerdo en atribuir
a los nervios todas las dolencias y menos
no darle importancia por esta razón, pero
tampoco podemos pensar, por reacción, que
todas las enfermedades son biológicamente
objetivables, porque la mente y el cuerpo están
íntimamente relacionados y se interfi eren el
uno al otro. Para acercarnos a la realidad, si es
que esto es posible, debemos hacer el esfuerzo
de ver al ser humano como un todo en el que
la mente y el cuerpo forman una unidad.
Hablamos de enfermedades mentales y
enfermedades físicas y formamos especialistas
en un campo u otro y nos estamos dando
cuenta de que la parcialización, la división
del cuerpo en órganos que parecen funcionar
autónomamente, no está ayudando a los
enfermos u enfermas; quizás nos ayuda a
sentirnos importantes, pero ¿es este nuestro
objetivo?
En este sentido contamos con tres conceptos
que nos pueden servir para aclarar un poco
esta relación dual. Hay enfermedades en
las que podemos objetivar lesiones, agentes
causales y tratamientos efectivos que retornan
el cuerpo a la normalidad, por ejemplo las
enfermedades infecciosas, paradigma sobre
el que se sostiene la medicina actual.
Cuando empezamos a hablar de
enfermedades crónicas, autoinmunes... etc., a
pesar de que les atribuimos una base física,
la etiología ya no está tan clara, ni tampoco
los tratamientos, y nos vemos obligadas a
introducir factores sociales y psicológicos… y
aquí empiezan las discusiones.
También hablamos de enfermedades
psicosomáticas cuando observamos un fuerte
componente psíquico en su etiología.
La histeria sería una enfermedad de etiología
psíquica con trastornos somáticos pero en
la que no podemos objetivar lesiones físicas. ¿Signifi ca por esto que es una enfermedad
inventada, o que la persona (frecuentemente
una mujer) que lo sufre es, por tanto, una
mentirosa?... Así ha pasado muchas veces
desde una visión machista de la salud y la
enfermedad.
FACTORES PSICOLÓGICOS EN LA
ETIOLOGÍA DEL CÁNCER DE MAMA
El caso del cáncer no es demasiado diferente
del de otras enfermedades, a pesar de que
cada una tiene su propia historia. Es una
enfermedad grave de difícil curación, de una etiología muy poco clara y que provoca
lesiones y pérdidas importantes en las
personas que la sufren.
En un primer momento toda la investigación
sobre el cáncer se centró en lo biológico, pero
nada ha resultado defi nitivo para dar luz
sobre las causas de su aparición. Lógicamente,
esta situación ha hecho que también se
pensase en factores de orden mental como
desencadenantes o como infl uyentes en el
desarrollo de la enfermedad. Pero lo cierto es
que no hay nada concluyente.
Tiene bastante lógica pensar que las personas
somos sensibles a situaciones de presión
de orden psicológico, que nuestro sistema
inmunitario se resiente de esto y que por
lo tanto nuestro cuerpo puede reaccionar
enfermando.
¿Signifi ca esto que si no tuviéramos estrés
no tendríamos cáncer? Creo que esta es una
afirmación que no está probada. Tampoco está
probado que todas las personas que tienen
cáncer es porque han pasado por una situación
de estrés, pero sí parece que hay alguna
correlación positiva entre padecer un cáncer y
haber pasado por una situación de estrés.
En este punto quiero remarcar que mi
experiencia me ha evidenciado muchas veces
que, cuando hablamos de factores psicológicos
como desencadenantes de una enfermedad, las
personas que la padecen se sienten culpables,
como si ellas mismas se la hubiesen provocado,
moviéndose en un imaginario de que podemos
controlar todos los procesos mentales. Mientras
que si la enfermedad es provocada per factores
biológicos parece que la responsabilidad
queda fuera de la persona moviéndose en el
imaginario de que nosotros somos algo distinto
de nuestro propio cuerpo.
Hay otros factores etiológicos, por ejemplo
los ambientales, que también pueden ser
desencadenantes. ¿Por qué tiene que haber
un sólo factor causal? ¿No es complejo el
funcionamiento del cuerpo humano? Pues, ¿por qué no ha de ser compleja la etiología de
los desórdenes en su funcionamiento? En su
artículo el Dr. Arbizu nos señala tres aspectos
a tener en cuenta: El estrés, ya citado, las
conductas preventivas como evitar fumar y
beber alcohol en exceso, comer correctamente
y otros (1). También nos habla de factores de
personalidad estableciendo una tipología que
predispondría al cáncer de la misma manera
que hay una tipología que predispone a la
enfermedad coronaria.
Quizás este es uno de los retos que tienen las
ciencias de la salud por delante, empezar a
pensar en etiologías multifactoriales así como
en tratamientos a diversos niveles, físicos,
mentales y sociales.
FACTORES EMOCIONALES Y
TRATAMIENTOS
Otro tema es el del tratamiento, hablamos
de tratamientos curativos y de tratamientos
paliativos.
A la hora de tratar, a menudo se piensa en
arreglar el desorden físico, sin pararse a pensar
en que puede ir acompañado de desorden
mental no siempre grave pero desorden al
fi n. Esto muy a menudo es lo que pasa con el
cáncer de mama, que afecta profundamente a
la vida de las mujeres en un sentido muy global.
En primer lugar, ante el cáncer de mama la
mayoría de mujeres, como es muy lógico,
sienten que su vida está en peligro, que la
muerte puede estar muy cerca. En segundo
lugar, a menudo los tratamientos a los que
están sometidas les provocan un sufrimiento
importante debido a los efectos secundarios.
Por otra parte con bastante frecuencia se da
la pérdida del pecho, pérdida relacionada con
la feminidad tanto a nivel de la sexualidad
femenina – símbolo de la diferencia sexual
y también del atractivo sexual – como de la
maternidad – con el pecho se alimenta a los
hijos e hijas.
Paradójicamente estas situaciones de un cierto
sufrimiento físico y también mental podrían ser
una fuente de enriquecimiento y de refl exión
para las mujeres que lo padecen, punto de
infl exión y de cambio en su vida si están
debidamente apoyadas sobre todo a nivel
psicológico, aspecto que, cuando pensamos
en la terapia del cáncer de mama, pocas veces
tenemos en cuenta ni los médicos y médicas ni
las propias mujeres que lo padecen.
En este sentido, el cuidado se puede y, añadiría,
se debe dar a diferentes niveles, físico: cirugía,
quimioterapia..etc. y psíquico: a partir de
reconocer lo que de enriquecedor nos aporta la
enfermedad como personas.
Aquí me entretendré un poco porque es el
aspecto menos trabajado: Conocer los límites de
la vida puede dar mucho valor a lo que se tiene
y ayudar a defi nir los propios deseos, a hacer lo
que realmente se quiere y descartar lo que no se
desea. La pérdida de una parte importante del
cuerpo se puede relativizar, se puede simbolizar
y entender que toda pérdida también signifi ca
una ganancia: por ejemplo, se puede perder
la mama pero no el atractivo sexual. Se puede
perder la mama pero entender mejor, en este
recorrido, qué signifi ca para cada mujer ser
madre.
También hay un nivel social que no se tiene
nunca en cuenta desde la consulta de salud.
En la medida en que se entra a formar parte
de un colectivo de mujeres que pasan o
han pasado por situaciones muy similares,
puede ayudar a algunas afectadas entrar
en contacto con otras que han padecido o
están padeciendo la enfermedad y compartir
el duelo de las pérdidas que la enfermedad
comporta, o bien contactar con asociaciones
de afectadas que trabajan para mejorar los
tratamientos curativos o paliativos. Algunas
mujeres, a través de estos contactos, pueden
descubrir que no están solas, que hay otras
posibilidades de relación social que la propia
familia y esto puede ser muy enriquecedor
para sus vidas.
A nivel personal cada una puede buscar qué
es para ella la curación.
Como profesionales, hay que tener en cuenta
que, además de la indicación correcta de
la cirugía y la aplicación de la quimio más
adecuada, hay que escuchar a las mujeres
en su sufrimiento, no tan sólo físico – en
los mareos, los dolores en los huesos, los
vómitos... – sino también en el sufrimiento
psicológico provocado por las inseguridades,
por la pérdida, por el miedo a morir, por el
aislamiento. Es por esto que creo fi rmemente
en un trabajo profesional e interdisciplinar
en el que no es más importante la oncóloga
que la trabajadora social, ni la enfermera que
la psicóloga. Puede ser éste el reto que se
nos está planteando para el futuro: tratar de
entendernos en la diferencia. Hacer que las
diferencias sean una fuente de riqueza que
mejoren los tratamientos.
Como red, creo que hemos de seguir
debatiendo. Escucharnos las unas a las otras
en nuestros puntos de vista diversos y seguir
construyendo ideas que sirvan para mejorar la
atención a las mujeres. Creo que estamos en
un buen camino de los muchos posibles.
(1) “Factores psicológicos que intervienen
en el desarrollo del cáncer y en la repuesta
al tratamiento”. J.P.Arbizu, Servicio de
Oncología. Hospital de Navarra-Pamplona. En él, encontraréis 25 citas bibliográfi cas sobre el
tema. www.cfnavarra.es |