Mujeres y Salud - Revista de comunicación cientifica para mujeres
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El cuidado de la salud, atención primaria y justicia de género
María Isabel Matamala, Médica

El cuidado de la salud de las mujeres en atención primaria necesita relacionarse con la potenciación del ejercicio de sus derechos y con la construcción de poder por parte de las mismas. Siendo ambos elementos esenciales para avanzar hacia la igualdad de género, se abre un signifi cativo campo de acción a la atención primaria, con implicancias en el bienestar, la libertad y ciudadanía de las mujeres.

Al espacio constituido por la atención primaria, las mujeres acuden con su corporalidad en juego, sus anhelos de bienestar, sus conocimientos, dolores y miedos, así como con sus carencias de autoestima y de poder, constitutivas de vulnerabilidad. Surge entonces como desafío técnico, político, ético y de desarrollo humano, proporcionar atención eficaz, solidaria y eficiente que satisfaga las expectativas explícitas e implícitas de esas mujeres. Hoy no es posible hablar de efectivo cuidado de la salud desde la atención primaria si no se facilita, por una parte, la visibilización de las inequidades de género, y por otra, si no se promueve o apoya la generación de autoestima, autodeterminación y participación ciudadana de las mujeres. Proporcionar una atención acorde con estos requerimientos requiere entre otros aspectos, ampliar la comprensión de efi ciencia y de calidez.

Será preciso que la acogida reafirme en las mujeres su dignidad humana, que un lenguaje inteligible de palabras y gestos refleje respeto a sus valores culturales y asimismo, compromiso con la resolución de sus problemas. También, que en la identifi cación de los síntomas y signos, se desarrollen esfuerzos para que más allá de la palidez, los hematomas, las alteraciones del peso corporal o de la presión sanguínea, se descubra y visibilice lo que está oculto socialmente, determinando la situación de salud y la calidad de vida de esas mujeres. Es decir, se devele la forma que, en cada caso, asumen las relaciones de poder entre hombres y mujeres, como factor de opresión y exclusión de estas últimas, como causa primera de las causas de sus malestares.

Quienes se desempeñan en la atención primaria –predominantemente mujeres – deberán concordar en que las desigualdades de género se expresan en los perfi les de salud de mujeres y hombres; en las inequitativas oportunidades de acceso a la atención y goce de beneficios por parte de ambos sexos; en las escasas posibilidades de las mujeres para decidir sobre sí mismas y sobre las políticas; en la falta de reconocimiento social de la contribución de las mujeres a la producción de cuidado no remunerado de salud en sus hogares y en la comunidad.

¿Cómo se expresa esto en la práctica cotidiana de los centros de atención? ¿Quiénes son esas mujeres, cuáles son sus necesidades, independientemente de sus demandas? Pueden ser mujeres niñas que al dar sus primeros pasos y descubrir sus primeros juegos o lecturas, han visto interrumpidas sus risas y sobresaltados sus sueños nocturnos, sin que sus madres se atrevan a verbalizar las sospechas que las acosan. Pueden ser adolescentes que no poseen la fortaleza necesaria para negarse a una relación sexual no deseada o para exigir que tal relación sea protegida. O bien, mujeres que sobreviven en una relación de pareja violenta y que reiteran múltiples consultas por otros síntomas, a la espera de una pregunta profesional que haga emerger la escondida causa de su malestar. O mujeres adultas, que además de trabajar remuneradamente fuera de casa, cuidan en el hogar a sus madres ancianas enfermas crónicas, y acusan depresión sin atreverse a expresar sus rencores o deseos. O jóvenes que demandaron en otro lugar una anticoncepción de emergencia que le permitiría decidir sobre sus cuerpos y cuya demanda se estrelló con la objeción de conciencia de un/a profesional.

Una eficiente capacidad resolutiva de la atención primaria, requiere que a las mujeres consultantes se les formulen las preguntas adecuadas para descubrir lo evidente y lo oculto en estas situaciones, asegurando la calidez de la acogida al abrir compuertas para que emerjan los secretos, las dudas y los deseos silenciados. La comprensión y el reconocimiento explícito de los aportes invisibles de las mujeres al cuidado de la salud en sus hogares, aportará a su autoestima y contribuirá a su empoderamiento. Al mismo tiempo, pondrá en alerta respecto de los costos que las instituciones de salud tienden a transferir a los hogares, esto es, a las mujeres que allí cuidan a sus familias. Tratamientos e información adecuada, basándose en las evidencias, en los protocolos y guías de atención y también en el compromiso con los derechos humanos, son componentes insoslayables de una atención primaria efi ciente. No obstante, la contribución a los cambios en materia de relaciones de poder entre mujeres y hombres, ha pasado a constituirse en una de las más importantes y efectivas bases para la promoción y prevención de la salud. El aporte a la construcción de justicia de género abre nuevas perspectivas de impacto a la atención primaria.

María Isabel Matamala es Especialista en Medicina Social y Pediatría. Consultora de Género de OPS/OMS. Integrante de RSMLAC (Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe).

 

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