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Enredhadas: Al otro lado del río
Leonor Taboada

Tema recurrente entre amigas "maduras". La edad. La salud. Las arrugas. Los cambios del cuerpo. Y de la mente. Y del deseo. Aunque todas somos diferentes, (y más de lo que creíamos, según las últimas noticias sobre el cromosoma X), las inquietudes sobre el paso del tiempo son comunes y acaso traumáticas al menos en sociedades como la nuestra, donde se penaliza todo lo que no luzca aniñado, reluciente y recién estrenado.

Envejecer es un proceso natural con unos sustos escalonados. Si no fuera así, sería insoportable: acostarse un día joven y despertarse al siguiente con el pelo más blanco, la cintura más ancha, la dentadura más floja, y dolor de algo, todo junto, sería un buen motivo de suicidio instantáneo.

El asunto es progresivo, como la miopía. Un día tienes que admitir que, por mucho que entrecierres los ojos, ya no lees la letra pequeña. Y que enhebrar una aguja es más difícil que escalar el Everest. Entonces, te pones gafas. ¡Qué bonito, qué bien se ve!. Hasta que te miras con ellas al espejo, de cerca, y ves que arruguitas "de expresión" y patitas de gallo que ayer eran tenues insinuaciones, hoy son huellas de tractores diligentes y orejas de un temible lobo.

"¿Quién me ha hecho esto?", interpelaba, en una novela, una Simone de Beauvoir rabiosa, a su imagen reflejada en un espejo.

Bum, bum, mil respuestas laten, se atropellan y se confunden en la mente cuando la rebelión se produce- porque se produce: los amores malditos, los jefes cabrones, la discriminación sexual, las injusticias universales, la ley de la gravedad o eso que llaman "ley de vida"...

Da igual el pasado: la cuestión es que la juventud se ha quedado atrás y delante tenemos para décadas al otro lado del río, el lado desconocido, desprestigiado y poco promovido. Hay que tomar decisiones sobre cómo se quiere envejecer: negándolo y remando en vano contra el tiempo, o procurando sacarle partido a la vida mientras vives.

Para mi madre, maravilloso ejemplo de persona que florece al otro lado del río- interesante, guapa y atractiva para gente de todas las edades; querida y admirada por lo que hace, por lo que sabe y por lo que es- "lo primero es cuidarse: si tienes salud, la edad no pesa: (y, aclara, dinero para mantenerla)". Verla vivir, me anima: hay vida plena al otro lado del río, pero no se cuenta ni se enseña. Por eso sufrimos más de la cuenta, y por eso lo cuento. Abajo todos los tabúes, que el río también es nuestro: ¡ Viva el futuro. Y las pensiones dignas!

 

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