QUIERO
SER MAMÁ
<Rita
Gavarrós>
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Rita
Gavarrós |
Sabía
que quería ser madre desde siempre. No me
preguntéis si por mandato generacional, por deseo profundo,
por egoísmo, porque sí o por no ser menos que las
otras. Nunca he llegado a saberlo. Hacia los 25 años ya lo
tenía muy claro, pero no tenía pareja. Eso no me parecía
una dificultad insalvable y empecé a hablar con mis amigos
varones sobre la posibilidad de que me hicieran un hijo. Ellos,
aunque me prestaron la debida atención, fueron declinando
amablemente mi invitación poniendo diferentes excusas. Pronto
me di cuenta de lo frívolo de mi petición y de que
tampoco tenía tan claro empezar la aventura de madre sola
en mis condiciones económicas, entre otras cosas.
Dos años
más tarde tenía pareja estable y decidimos que queríamos
tener un hijo. De hecho lo que pasó es que yo hice toda una
campaña para que surgiera el deseo en mi compañero
si es que se pueden hacer surgir deseos por medio de campañas.
Contábamos además con el handicap de que él
tenía una experiencia de paternidad anterior difícil.
No puedo recordar qué artes (o artimañas) utilicé
para que él llegara a sentir que quería ser padre.
Pero la verdad es que no me bastaba con quererlo yo. Todo esto viene
a cuento para entender el porqué yo he vivido mis maternidades
cómo las he vivido. Tener a mis hijos ha sido para mí
una experiencia muy deseada, primordial y revolucionaria en mi vida
aunque no lo haya sido todo (en el sentido de que también
tengo otras vidas) y para vivir eso he tenido que hacer cambios,
sacrificios y equilibrios porque, la verdad, no te lo ponen fácil.
Pero yo quería
vivir mi maternidad como si fuera la única mujer en el mundo
que iba a tener un hijo. Tengo que decir que yo he sido la hija
mayor de una madre que tuvo 9 hijos en 11 años. Con tantos
hijos tan seguidos no hay muchas posibilidades de hacer otra cosa
que no sea atender las necesidades básicas y poco más.
Cuando tuve a mi primer hijo, yo trabajaba poco y con un empleo
precario. Mi compañero aportaba un sueldo seguro cada mes.
Yo estuve ese primer año mucho tiempo con mi niño.
Al cabo de un año me salió un trabajo en la televisión
y el padre del niño se quedó en el paro. Él
cuidaba al niño y yo trabajaba fuera. Yo sabía que
el niño estaba bien atendido pero no podía evitar
sufrir y sentir celos. Normalmente yo acababa de trabajar a las
6.30 o 7 y llegaba a casa a las 8. A veces a los ejecutivos televisivos
se les antojaba empezar una reunión a las 6 de la tarde (sin
hora de finalización) y yo me sentía fatal, mirando
continuamente el reloj y pensando en ese tiempo que se me escapaba.
En ese momento de mi vida y de la vida de mi hijo, lo que llamamos
“mi carrera profesional” estaba
en segundo plano. Cuando se me ofreció la oportunidad de
seguir trabajando en la televisión con unos horarios de llegar
a casa a las 8, mi elección fue renunciar a eso y estar con
mi hijo. La realidad es que por esa decisión, y otras que
he tomado, he tenido y tengo trabajos inseguros, mal pagados y no
de mi categoría profesional.
Más
tarde, con mi hija, durante la época en que ella era todavía
bebé, me lo monté para poder trabajar poco y encima
me la podía llevar a ella al trabajo. No lo hacía
muy a menudo porque no es fácil trabajar con una bebé
gateando por ahí. Pero sabía que si lo necesitaba,
lo podía hacer (eso me daba gran tranquilidad) y además
mi hija todavía mamaba y me lo iba combinando.
Desde hace
un tiempo trabajo en la enseñanza, que es uno de los pocos
sectores que tienen horarios adaptados a la población infantil.
Una de las principales compensaciones que me da este empleo es que
estoy por la tarde con mi hijo y mi hija. Ellos todavía me
necesitan mucho y yo les necesito mucho a ellos. Necesito esa relación
que me da tanto y que me mueve tanto y que no me deja pararme. Pero
la realidad es que son un grave problema los horarios de trabajo
que no cuadran con los escolares. Pero yo no creo que la solución
sea tener a los niños y niñas más horas en
el colegio sino adaptar y acortar los horarios de trabajo para que
así podamos estar más tiempo disfrutando de la vida
privada. Por lo que yo sé la tendencia actual en nuestro
país no es acortar el tiempo del trabajo, en cambio cada
año se hacen propuestas para hacer más horas de clase.
No comprendo esa obsesión (sino es para cuadrar horarios)
por tener a las pobres criaturas siempre en el colegio y con mil
actividades extraescolares. Ellos y ellas necesitan jugar, organizarse
su tiempo y ayudar en las tareas domésticas, por ejemplo.
Durante un
tiempo llevé grupos de madres. Venían madres embarazadas
y madres con bebés recién nacidos o más mayores.
He visto cómo hablaban muchas madres embarazadas: “Yo
, en cuanto dé a luz, tengo que volver enseguida al trabajo”
“No me puedo permitir la baja maternal” “Yo, a
las 16 semanas, volveré” ”Mi jefe me mata si
no lo hago y además yo quiero”. Y he visto cómo
esas mismas madres iban cambiando de actitud cuando tenían
a sus bebés. Y cómo empezaban a sufrir muy pronto
después del parto pensando en que tendrían que separarse
de sus criaturas a los 4 meses (o menos). Cómo a veces se
deprimían y cómo eran de difíciles los primeros
meses de trabajo. A veces, las más afortunadas, podían
recortar horarios de trabajos o flexibilizarlos, pero muchas, después
de la baja maternal, volvían a horarios imposibles, larguísimos
y dejaban a sus bebés en guarderías (de 8 a 8) o en
otras manos (abuelas o canguros). Cómo a veces estaban trabajando
con sueldos muy bajos que se les iban en pagar el cuidado del hijo,
pero claro, la organización de esta sociedad no les permite
quedarse en casa a cuidar del hijo. Los programas políticos
no contemplan apenas esa posibilidad. Ayudas a las familias significan
más guarderías, incentivos a los empresarios para
que contraten mujeres (lo cual está muy bien), en algunos
casos ayudas para que los hombres ayuden más, pero los políticos
y las políticas no piensan en las madres a las que les encantaría
poder estar mucho más tiempo con sus hijos cuando son pequeños.
Estamos hablando de una elección informada, de una mujer
adulta y que asume algunos riesgos. Y yo pienso que ahí está
la clave por la que muchas mujeres se animarían a tener más
hijos. Si las leyes y las instituciones colaboraran más en
hacer de ese deseo de esas madres (y padres) algo más fácil
y asequible y no una carrera de obstáculos. No hablemos ya
de esas ayudas económicas (bienvenidas sean) que sólo
se dan a las mujeres que trabajan. Qué pasa con las que no
tienen trabajo, con las que arriesgan su vida laboral estando con
sus criaturas cuando son pequeños???. Por qué no tienen
derecho a esa miniayuda?. Y opino, a pesar de todas las controversias
y de que nunca hay que culpabilizar a una madre, que un bebé
cuidado por su madre es la mejor de las opciones.
La verdad es
que ningún trabajo me parece suficientemente maravilloso
para que yo pase una buena parte de mi vida lejos de mis hijos.
Ya sé que la mayoría de mujeres no tienen trabajos
maravillosos y simplemente no se pueden plantear otra opción
pero, en mi caso, y si podemos hablar de salud y calidad de vida,
mi felicidad personal pasa por estar cerca de ellos. Puedo hacer
un trabajo que no me llene del todo, puedo vivir con menos dinero,
puedo prescindir de muchas cosas, puedo no tener pareja , ninguna
de estas cosas me es indispensable, pero no me siento capaz de no
vivir la cotidianeidad de mis retoños. Si tengo eso, con
la organización del resto de mi vida hago virguerías.
Se me dirá que yo soy una persona con recursos, con estudios
y me puedo permitir el lujo de dejar un trabajo y buscar otro. De
acuerdo (aunque he arriesgado seguridad y otras ventajas). Por eso
pido que las mujeres que queremos vivir nuestra maternidad de otra
manera, haciéndonos cargo y no delegando, tengamos TODAS
esa posibilidad. Queremos, estamos dispuestas y deberíamos
recibir toda la ayuda posible.
Rita
Gavarrós
Periodista
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