SI LOS
HOMBRES TUVIERAN LA REGLA
<Gloria
Steinem>
Una minoría
blanca del mundo se ha pasado los siglos intentando hacernos creer
que la piel blanca hace a la gente superior, a pesar de que lo único
que hace en realidad es que la mayoría de quienes la tienen
note más el efecto de los rayos ultravioletas y de las arrugas.
Los seres humanos hombres han construido incluso culturas enteras
en torno a la idea de que la envidia del pene le es “natural”
a las mujeres, a pesar de que podría decirse que tener un
órgano tan mal protegido hace vulnerables a los hombres,
y que la envidia al vientre, por el hecho de que éste permite
engendrar vida, tendría que ser, como poco, igualmente lógica.
Resumiendo, se piensa que las características de quienes
tienen el poder, sean cuales fueren, son mejores que las características
de quienes no tienen el poder;y esto no tiene nada que ver con la
lógica.
¿Qué
ocurriría, por ejemplo, si de pronto, por arte de magia,
los hombres pudieran tener la menstruación y las mujeres
no? La respuesta está clara: la menstruación sería
un acontecimiento de hombres totalmente envidiable y del que se
podría presumir.
Los hombres
hablarían del tiempo de duración y de la cantidad
de su periodo. Los muchachos celebrarían el inicio del periodo
-ansiada prueba de su masculinidad- con rituales religiosos y fiestas
sólo para hombres.
El Congreso
subvencionaría el Instituto Nacional de la Dismenorrea para
combatir las molestias del mes. Compresas y tampones recibirían
subvenciones federales por lo que serían gratuitas. (Lo que
no implicaría, sin duda, que algunos hombres prefirieran
pagar por marcas comerciales de prestigio, como los tampones John
Wayne, las compresas a prueba de combas Muhammad Alí). Los
militares, los políticos de derechas, y los fundamentalistas
de la religión citarían la menstruación (“men”,
en inglés, significa “hombres”, +“struación”)
como prueba de que sólo los hombres pueden servir en el ejército
(“debes poder dar tu sangre para tomar la sangre de otros”),
ostentar cargos políticos (“¿tienen las mujeres
la capacidad de ser agresivas cuando les falta este ciclo constante
que viene regido por el planeta Marte?”), ser sacerdotes o
ministros (“¿cómo podría una mujer dar
su sangre por nuestros pecados?”) o rabinos (“sin la
pérdida mensual de lo impuro, las mujeres no están
limpias”).
Los hombres
radicales, los políticos de izquierda, los místicos,
por su lado, insistirían en que las mujeres son iguales sólo
que diferentes, y en que cualquier mujer podría unirse a
ellos siempre y cuando estuviera dispuesta a autoinfligirse una
herida importante al mes (“DEBES dar tu sangre por la revolución”),
a reconocer la importancia prioritaria de los temas menstruales,
o a subordinar su yo a todos los hombres en su Círculo de
Ilustración. El hombre de a pie presumiría siempre
(“Yo tengo que ponerme TRES compresas”) o al contestar
un elogio de un compañero (“Qué bien te veo,
chico”) chocaría las cinco y diría: “Claro,
tío, ¡estoy con el trapito!”. Los programas de
la televisión tratarían el tema continuamente. También
los periódicos. (MIEDO A TIBURONES AMENAZA A HOMBRES CON
PERIODO. JUEZ ADMITE ESTRÉS MENSUAL COMO ATENUANTE EN VIOLACIÓN.)
Y el cine. (Newman y Redford en ¡”Hermanos de sangre
”!)
Los hombres
convencerían a las mujeres de que hacer el amor es más
placentero “justamente en estos diítas”. Se diría:
las lesbianas temen la sangre y por tanto la vida misma, aunque
eso será porque nunca se han topado con un verdadero hombre
menstruante.
Los intelectuales, sin duda, ofrecerían los argumentos más
morales y lógicos. ¿Cómo va una mujer a dominar
las disciplinas que requieren un sentido del tiempo, del espacio,
de las matemáticas o la medida, por ejemplo, si no dispone
de ese don innato para la medición de los ciclos de la luna
y los planetas y, por ende, para la medición de cualquier
cosa?
En los enrarecidos
campos de la filosofía y la religión, ¿podrían
las mujeres hacer algo para compensar el no poder percibir el ritmo
del universo, o su falta de contacto mensual con la muerte y la
resurección simbólicas?... ¿Y cómo se
entrenaría a reaccionar a las mujeres? Las mujeres tradicionales
-se puede imaginar- estarían todas de acuerdo con todos los
argumentos, aceptándolos con tenaz y sonriente masoquismo.
“La sangre de tu marido es tan sagrada como la de Jesús;¡y
además, muy sexy!”
Las reformistas
intentarían imitar a los hombres, pretendiendo tener el ciclo
mensual. Todas las feministas explicarían una y otra vez
que los hombres también necesitan ser liberados de la falsa
idea de la agresividad marciana, al igual que las mujeres necesitan
escapar al esclavismo de la envidia a la menstruación. Las
feministas radicales añadirían que la opresión
de lo no-menstrual es el patrón por el que se rigen todos
los tipos de opresión (“La población vampira
fue la primera que luchó por la libertad!”) Las feministas
culturales desarrollarían una imaginería sin sangre
para el arte y la literatura. Las feministas socialistas insistirían
en que es el capitalismo el que permite que los hombres monopolicen
la sangre menstrual... De hecho, si los hombres tuvieran el periodo,
las justificaciones del poder podrían ser interminables...
Bueno, pero eso sólo si les dejáramos.
Gloria
Steinem
Traducción de Michelle, texto original en inglés
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