EL BOTOX O CONTRA LAS ARRUGAS, PARÁLISIS FACIAL
<Margarita López Carrillo>
Estamos acostumbradas a constatar
el empeño de la industria
farmacéutica en medicalizar el
cuerpo humano, especialmente el
de las mujeres, y el empeño de la
industria cosmética en confundir
(también, sobre todo en lo que a
las mujeres se refiere) salud con
belleza (estética). Estamos acostumbradas
y no por ello hay que
dejar de denunciarlo, pero para lo
que ni yo, que me paso el tiempo
con el piloto encendido, estaba
preparada es para esta nueva
vuelta de tuerca: "La agencia estadounidense
del medicamento,
la FDA, anunció el lunes que ha
aprobado el uso de la toxina botulímica
A, cuyo nombre comercial
es Botox, como antiarrugas. El
Botox inhibe la mímica facial" (El
País 17-4-2002).
Estábamos acostumbradas a la
borrosa línea (a menudo inexistente)
entre salud y belleza cuando
se trata de vender productos a
las mujeres, a preguntarnos si el
reclamo es la salud o la belleza en
cada nuevo caso (acoso), porque
nunca queda muy claro, pero hasta
ahora no nos habíamos visto
enfrentadas a la perversa (tenebrosa)
asociación de belleza y enfermedad.
El Botox no es sino "la
toxina del botulismo A (la más potente
de las ocho que produce la
bacteria Clostridium botulinum)
que inhibe la liberación de acetilcolina,
el neurotrasmisor que hace
de transmisor entre el nervio y el
músculo" (El País 1-3-2002)
O sea que el Botox inhibe las
arrugas derivadas de la mímica facial
por el expeditivo trámite de inhibir la mímica facial. Por esa
regla de tres, ¿por qué no inocular
la tuberculosis para combatir la
obesidad?, por ejemplo.
Margarita López Carrillo es
documentalista del CAPS |