LA MATERNIDAD COMO MANDATO
<Gemma Cánovas Sau>
La ausencia de hijos biológicos, no puede leerse únicamente como la consecuencia de un
problema de esterilidad, el tema es mucho más complejo que como se suele presentar habitualmente
en los medios de comunicación o en determinados ámbitos científico-médicos. La
cuestión remite en muchos más casos de los que se considera, al particular recorrido que cada
mujer haya podido hacer en relación con su propia historia como hija: el tipo de vínculos afectivos
que haya sostenido con la madre, el padre, hermanos, su posición frente al otro sexo, y
también en relación a los valores sociales acerca de esta inherente capacidad.
La maternidad implica una construcción que se inicia mucho antes de llegar a enfrentarse a
una decisión en cualquier sentido.
Los denominados roles de género están en continua dialéctica con la "herencia" psicológica
familiar, es decir, la historia de cada familia, sus vivencias, anhelos, temores, frustraciones, forman
un entramado con el discurso social de cada momento histórico y ello conforma la percepción
subjetiva.
A lo largo de la historia, la maternidad no ha sido cuestionada. La mujer era madre como
consecuencia de su propia naturaleza biológica y la división de roles estaba rígidamente definida:
el hombre en contacto con el mundo externo asociado a las luchas y a la conquista, y la
mujer en el espacio interior doméstico dedicada a la reproducción y crianza de los hijos.
Los esquemas tradicionales de familia, especialmente en el mundo occidental, han ido diluyéndose
en las últimas décadas debido a diversos factores: las uniones de pareja se plantean a
través del deseo, la mujer accede a medios anticonceptivos para controlar la natalidad y además
se ha incorporado masivamente al mundo laboral y académico. Como consecuencia de
todo ello, la maternidad ha pasado a plantearse como una elección.
¿Libertad de elección?
Pero, a pesar de dichos cambios, que otorgan un lugar sustancialmente distinto a la mujer en
la sociedad –y se traduce en una mayor capacidad de dirigir sus pasos hacia donde más le convenga
-, existen indicadores de que el uso de la libertad, incluida la de ser o no ser madre, que
muestran una dimensión que va más allá de la voluntad consciente, que los procesos psíquicos
requieren un tiempo para desarrollarse que no va en paralelo, en muchas ocasiones, con el de
las transformaciones sociales.
La formación de ideales, transmitida a nivel generacional, ha ido formando un substrato que
está entrando entrar en colisión con los esquemas actuales, que por otra parte son frecuentemente
contradictorios.
Supone pues un reduccionismo enfocar la cuestión de la infertilidad desde la vertiente puramente
médica, interpretándola como una enfermedad y aplicando un abordaje similar al que se
plantea desde la medicina en el tratamiento de las dolencias, cuyo objetivo es suprimir el síntoma.
Por otra parte, sabemos que desde el trabajo psicológico (psicoanalítico), la escucha es fundamental,
y que los síntomas de la persona que padece un malestar emocional hay que tratar de
descifrarlos, ponerlos en palabras, para que puedan adquirir la significación que encierran.
La dificultad para lograr un embarazo a término por vía natural, de entrada presenta un
valor significante, es decir, no puede saberse de entrada qué significa para la mujer afectada.
Cuando las exploraciones ginecológicas muestran un organismo femenino potencialmente
capaz de realizar el proceso biológico de la maternidad y esto no ocurre, habrá que poder
escucharla para empezar a establecer alguna hipótesis.
La maternidad en estado de latencia
Es cada vez más frecuente el número de mujeres que por razones que tienen que ver con
su realización profesional y/o académica, posponen el momento de plantearse el hecho de
tener un hijo/a hasta los treinta, treinta y cinco años o incluso más. Durante ese tiempo,
que va desde la adolescencia hasta cuando el reloj biológico va marcando que se acerca el
final de la época reproductiva, podemos considerar que, en muchos casos, la opción maternal
no ha sido barrida ni aceptada claramente, que está en estado de hibernación o latencia
hasta que las circunstancias externas y el inexorable paso del tiempo las sitúan en la
encrucijada: Ya toca ser madre
Pero, ¿por qué a un mujer le surge este imperativo?, ¿qué espera de la maternidad una
mujer?
Por otra parte, existe en las últimas décadas, una preocupación creciente - por añadir otro elemento a la reflexión- alrededor de los embarazos en adolescentes - que van en
aumento -, mostrando así la paradoja entre el incremento de la información sexual en centros
de enseñanza y medios de comunicación, y la realidad reflejada en unos resultados
que, una vez más, cuestionan el valor exclusivo de la voluntad respecto al complejo tema
de la maternidad.
Un embarazo precoz en una etapa de la vida en que normalmente aún no están dadas
unas mínimas condiciones para atender debidamente al nuevo ser, ya que la potencial
madre está en proceso de desarrollo personal, puede venir a representar una búsqueda
inconsciente de identidad, una pregunta respecto a su vida, su sexualidad, que no han sido
verbalizadas.
Esta es la otra cara de la moneda del tema de la procreación. Actualmente aparecen en
nuestra sociedad de forma creciente y paralela dos aspectos contrapuestos de un mismo
asunto: lo embarazos precoces y los problemas de infertilidad.
La localización del problema en el cuerpo
La perspectiva médica responde en muchas ocasiones a la problemática de esterilidad o
infertilidad sin causa aparente con multitud de análisis, exploraciones, etc., altamente
estresantes para quien las soporta con el fin de indagar el origen de la anomalía. Esta tendencia
sigue la línea actual de un esquema bio-médico de buscar en los compuesto químicos,
en relación a su presencia o ausencia, la explicación de una serie de trastornos orgánicos:
impotencia, inhibición, agresividad, etc.
Actualmente se deriva a la fecundación asistida a mujeres o parejas que llevan apenas
dos años intentando tener un hijo por sus propios medios. El factor tiempo es cada vez
más, en las coordenadas ideológicas de nuestro tiempo, un elemento en recesión. Los niños han de crecer rápido, aprender cuanto antes para llegar supuestamente más lejos y no perder
el tren que les conduce a la modernidad y a las mujeres se les establecen pautas rígidas
teñidas de libertad, que les dificultan el ejercicio de la reflexión y el valor de la palabra
antes de tomar ciertas decisiones que aparentemente parecen muy claras. Así se tapona la
posibilidad de la escucha subjetiva que atañe a cada sujeto.
La demanda y el deseo
En la actualidad nos encontramos, en el discurso social, con la libertad (teórica) de elección
respecto al momento de acceder a la maternidad. En principio ésta ya no está sujeta al
rígido determinismo de épocas anteriores marcado por la biología. Sin embargo no se tiene
en cuenta que la posibilidad o no de ser madre, como demostrativo de su valor como
mujer, preexiste en el mundo emocional de la mujer desde antes de llegar al momento del
planteamiento concreto de la decisión.
Testimonios:
En diversos casos de pacientes mujeres que he atendido he podido escuchar cómo se habían
enfrentado a la maternidad desde un imperativo: la edad, por ej. sin estar demasiado convencidas
de si realmente deseaban tener un hijo en ese momento, apareciendo, en un análisis profundo,
el rasgo común de que el mandato y el deseo están confundidos.
- Una mujer de unos treinta y siete años, explicaba que tuvo un problema serio en la matriz,
un tumor, y tuvieron que operarla, el médico le dijo que no dejara pasar mucho tiempo si quería
ser madre, y ella, a pesar de que su pareja ya hacía aguas, optó por seguir la orientación del
ginecólogo acatándola como una orden, ya que si no lo hacía se ponía en duda su capacidad
maternal, y también su auténtica femineidad.
Más tarde, en vías de separarse de su marido, consultaba porque sufría ataques de pánico al
pensar que podía vivir con su hijo sin estar el padre en la casa, se sentía incapacitada para cuidar
y contener al niño sola.
- Una mujer estuvo varios años intentando de forma infructuosa quedarse embarazada y finalmente
recurrió a la adopción. La niña, que fue adoptada en una institución con pocos meses de
vida, aparentemente siguió una evolución normal, pero empezó a dar señales de inadaptación
escolar en un momento dado (desde mi punto de vista, inhibición intelectual), la relación con la
madre se volvió conflictiva y también aparecieron rasgos depresivos; no se podía hablar del tema
de la adopción porque lo rechazaba por completo. Esta niña cuando entraba en un episodio de
irritabilidad, rompía sus objetos más queridos, decía frases como: "no vale la pena vivir", etc.
Sólo planteaba preguntas alrededor de su origen a la abuela materna, con la que parecía
tener mejor comunicación que con su madre. A pesar de todo este estado de cosas la pareja acudió
en busca de asesoramiento ya que pretendían adoptar otro hijo, especialmente la madre de
la niña, ya que les habían avisado que en China era muy fácil y según palabras textuales: "te
ponen el caramelo en la boca"
Tras un período de unas cuentas entrevistas con ambos, el proyecto de adoptar otra hija cayó
por si solo y se centraron en los síntomas altamente preocupantes que presentaba su hija. Cuando, de forma lateral, surgía el tema de la historia previa a la adopción, el enfrentamiento
con la esterilidad, la angustia de la mujer era muy elevada, evidenciándose que el duelo por la
imposibilidad de concebir no estaba elaborado, y se pretendía taponar con la adopción de otro
hijo.
- Otra mujer, de unos treinta y cinco años, con buen nivel cultural, muy inteligente y
reflexiva - que está en tratamiento- manifestaba que no sabía porqué había tenido a sus
dos hijas: "tenía treinta años, pero en ese momento me pareció que era muy mayor y aunque
estaba en un momento expansivo de mi vida encontrándome por primera vez sola frente a la vida, tomé esa decisión" Se dejó arrastrar a una relación de pareja que captaba
que no la ilusionaba suficientemente.
Su hija mayor, de unos cinco años presentaba síntomas tales como: inhibición social, autoagresiones
corporales: en la escuela la sorprendían dándose puntapiés en la cabeza, etc.
habiendo desarrollado también una precoz capacidad de aprendizaje.
Más tarde, la mujer, decidió irse a vivir sola - aún sin perder el contacto con sus hijas- y
darse un tiempo para aclarar lo que realmente deseaba.
De los ejemplos citados, dos de los cuales son de mujeres que no han padecido dificultades
a la hora de llevar un embarazo a término pero se han guiado por un mandato: "Hay
que lograr un embarazo, hay que ser madre como prueba de la femineidad", ilustran porqué
las que no pueden lograrlo cuando lo pretenden, son capaces de a ofrecer su cuerpo a
todo tipo de manipulaciones médicas, con grandes dificultades para establecer límites y
también con un rasgo bastante común: con dificultades para simbolizar la maternidad.
No hay que olvidar que en muchas culturas del mundo, incluso en la actualidad, la carencia
de hijos es interpretada como maldición o castigo.
¿Qué tipo de recorrido iniciático se les propone a las mujeres que tienen dificultades para
concebir en un cierto espacio de tiempo, el cual se limita cada vez más?
La referencia al cuerpo en estas mujeres es un elemento constante, se borra el enlace
entre el cuerpo y el propio discurso del sujeto. Las conversaciones giran en torno a ovarios,
hormonas, pinchazos, trompas, óvulos, etc. El cuerpo en su pesadez de lo real, el cuerpo
que aparece como obstáculo cedido a la ciencia que ostenta el saber y que opera como un
Amo al que están supeditadas, quedando así obstruido el acceso a la dimensión subjetiva,
inmersas en una corporalidad alienada.
Narra la periodista Mª Carmen Juan en su libro: "No puedo tener hijos"* : "...la ecografía reveló un montón de folículos, me hicieron la
punción y conseguimos recuperar doce ovocitos. Acordamos con el médico que si fecundaban
y evolucionaban bien transferiríamos cuatro embriones y el resto los congelaríamos
para futuros intentos..." Los contactos telefónicos con las clínicas son frecuentes, la tónica
de las informaciones es del tipo: dar explicaciones técnicas del proceso que se está llevando
a cabo, cómo ha ido la cosecha de ovocitos, cuántos han fecundado, cuándo hacer la transferencia...
Existen actualmente grupos de mujeres con problemas de fertilidad que debaten sus
vivencias a través de Internet, las asociaciones tienen sin embargo la contrapartida de que,
a la vez de favorecer el intercambio y el apoyo mutuo, corren el riesgo de estandarizar lo
más personal e intransferible, tomando como modelo a seguir lo que le ocurre a otra mujer
que también sufre por lo mismo.
Cada mujer se enfrenta a la posibilidad de ser madre desde su historia como hija, el tipo
de vínculo con su propia madre, la imagen de la maternidad que de una forma u otra se le
ha transmitido. El discurso social, cultural entrelazado al propio recorrido afectivo, formará
el entramado que producirá la particular forma de abordar la cuestión. De ahí la importancia
de una labor preventiva con las personas que con problemas de infertilidad - especialmente
con las mujeres- previa a la implicación en el proceso de reproducción, para proporcionarles
un espacio de reflexión previo a la toma de decisiones en el cual puedan poner
palabras a lo que sienten que les permita optar, y de acompañamiento en los casos en que
efectivamente se decida llevar a cabo los procedimientos citados. Es fundamental que los
profesionales de salud mental involucrados sostengan un proceder guiado por una ética
independiente de cualquier nexo con la institución para la que colaboran, y a la larga se
podrá mostrar que los beneficios de su actuación son considerables. Gemma Cánovas Sau
Psicóloga Clínica
Colaboradora asoc. ADDIF (Adopció i Acolliment)
* Juan Mª Carmen "No puedo tener hijos", Barcelona, de. Plaza y Janés. 2.001 |